viernes, 12 de marzo de 2010

Paso por el norte argentino de regreso

Cuando me dispuse a cruzar la frontera Bolivia-Argentina, del lado argentino había para mi sorpresa un estricto control de equipaje. Había una gran fila para hacer la revisión de equipaje y ese día no quería pasarlo en La Quiaca. La distancia entre La Quiaca y Humahuaca la prefería hacer en 2 días antes que en uno muy exigido. Por ello mismo me acerqué a los policías que efectuaban el control de equipaje, y excusando que no iba a tener más tiempo ese día para pedalear si esperaba a que pasara toda la fila, pude lograr que me revisaran en ese momento. El control no era muy estricto al final. Yo no esperaba sacar todas las cosas de las alforjas, así que el policía se tuvo que conformar con las pocas cosas que saqué de las alforjas... que eran las que estaban arrriba, más a mano.
Entre La Quiaca y Abra Pampa hay unos 70-80 km. Eran las 16:00 hs. cuando estaba listo para comenzar a pedalear. No estaba seguro de llegar a Abra Pampa antes de que caiga el sol, pero como había otras localidades antes, confié en poder llegar a alguna de ellas aquél día para no tener que pedalear tanto al día siguiente.



Ese día esa ruta me volvió a sorprender y en poco tiempo hice más kilómetros de los que esperaba.



Viendo cómo venía, me pareció que ese día iba a poder llegar a Abra Pampa, así que traté de agarrar un buen ritmo y de no parar tanto. Cuando me faltaban unos 20 km más o menos, empezó un viento en contra que fue aumentando en intensidad a medida que la noche llegaba. Al final llegué de noche a Abra Pampa. Fuí al mismo alojamiento al que había ido cuando viajaba hacia el norte. Esa misma noche casi voy a ver a "Damas Gratis" al club municipal del pueblo, pero como tocaban medio tarde y estaba bastante cansado, me fui a dormir temprano.

Al día siguiente quería pasar por el cerro "Huancar" que queda cerca de Abra Pampa. Allí hay un gran médano y el nombre mismo del cerro significa "pacto con el diablo" o algo así. El lugar es muy bonito y está pensado para pasar el día, ya que hay parrillas y mesas en las cercanías del cerro, además de una laguna que completa un paisaje hermoso. No bien llegué al pie del cerro, donde comenzaba el médano, un hombre que había llegado antes en una camioneta me dice: "vos estas loco". No supe bien cómo tomar el comentario (si tomarlo bien o mal) así que le respondí cualquier cosa y no le dí mucha importancia. Él y un par de personas más se habían llegado hasta el lugar para hacer sandboard.



Luego de estar un rato allí seguí el viaje hacia Humahuaca. Estaba bueno el recorrido, ya que la ruta era en bajada, y si bien pedaleé en algunos tramos, disfruté mucho de la fuerza de gravedad también.

Ese día no llovió y pasé por lugares hermosos que me seguían sorprendiendo más allá de que los había visto a la ida.

Pasé por el lugar donde cayó el rayo y recordé aquella vez. Casi a lo último ya estaba medio cansado de pedalear y la bajada ya no era tan pronunciada, así que tuve que imponerme un ritmo para poder llegar. Los autos que pasaban estaban "chayados" dado que era carnaval: pasaban enharinados y con serpentinas y globos. La "chaya" es un ritual que se realiza para "purificar" y dar una suerte de "buen comienzo" a aquello que se chaya. Se puede chayar un auto, una casa, el ganado. Es una costumbre típica de la región.

Casi llegando a Humahuaca empecé a parar casi por cualquier cosa, con tal de econtrar una escusa para no seguir pedaleando, ya qu estaba medio cansado:
>paré para agarrar un par de serpentinas y adornar la bici
>paré para sacar fotos
>paré para agarrar un aislante que claramente se cayó de una mochila que iba en el techo de un micro
>paré para agarrar madera de cardón
>paré para traerme un cacto

Finalmente, antes de que anocheciera llegué a Humahuaca y encontré a los chicos con los que había compartido los dias en Humahuaca a la ida en la plaza, ya que viven en aquél pueblo. Me mostraron unos tachos con "saratoga" (bebida alcoholica hecha con vino tinto y limón) y licuado.

Se trataba de una invitación de una comparsa que iba a tener lugar en breve, así que me fui a llevar las cosas a la casa de Damián (un artesano amigo de Humahuaca) y volví adonde iban a tener lugar los festejos. En poco tiempo la escalinata que estaba casi desierta, se llenó de gente. Había bailarines, una banda de música, turistas, gente del lugar. Muchos danzaban y casi todos cantaban, se sentía un aire de carnaval por donde quiera que uno caminara en esa escalinata.
Cuando terminó la invitación, fuimos a visitar un rato a Raúl. Esa noche finalmente llegué a la casa de Damián y armé allí la carpa.

En Humahuaca las comparsas estaban todo el día recorriendo todas las calles invitando a bailar, tomar y comer a todas las personas.
Había una comparsa que se llama "Rosas y claveles", que hacían fiestas en un galpón cerca de Humahuaca. Allí fuimos un par de veces con los chicos a bailar. Si bien era grande, ese lugar se llenaba y había gente de todas las edades.

Lo desilucionante fué que un día fuimos allí a ver a los "Lirios Colombianos". La banda terminaron siendo unos muchachos de Salta que tocaban guaracha entre otras cosas... algo bastante distinto a lo que nosotros esperábamos: cumbia colombiana hecha por colombianos.

Durante los días en Humahuaca disfruté de los atardeceres, las montañas, las calles de tierra, el carnaval, las fiestas, la gente del lugar, los mates, etc.

Luego de intercambiar contactos y de unas buenas milanesas de cena, partí a la mañana siguiente en bici rumbo a San Salvador de Jujuy para tomar un micro directo a Buenos Aires.
El camino seguía siendo grato, dado que seguía siendo en bajada.
El desnivel lo iba comprobando a medida que pasaba por los distintos pueblitos y veía los carteles en los que se mostraba a qué altura se hallaban. Ese día llovió toda la tarde.
Luego de pasar "Volcán" debía estar atento dado que había un atajo que debía tomar y así ahorrarme una buena subida. No agarré el camino correcto y terminé en un arenero o algo así. Miré a la derecha y ví que unos vehículos pasaban por el atajo (la ruta cerrada) por el que debía transitar, así que traté de hallar la forma de llegar hasta allí y seguí camino. Cuando empecé a andar por esa ruta cerrada me dí cuenta porqué me había costado tanto antes pasar por ahí: esa ruta cerrada tenía una pendiente hacia el sur. No pedaleé en todo el camino, un lujo. La lluvia le ponía un ingrediente especial al tránsito por ese suelo de asfalto, tierra, ripio, arena. Disfruté mucho las bajadas que me había costado mucho esfuerzo subir a la ida. La inclinación de la ruta era considerable, lo que hacía interesante también la velocidad que se alcanzaba. Como tenía puestas las cubiertas de asfalto, no me hacía mucho problema por la adherencia de las ruedas. La lluvia a veces me complicaba la visión a pesar de que tenía los anteojos puestos... y con esas condiciones la verdad no había mucho margen para el error. Los frenos pues, estaban a la orden del día. Muy divertido.
Casi en la última bajada antes de San Salvador, me crucé a una pareja de japoneses en bici. Se habían detenido porque se le había salido la cadena a una de las bicis. Me quedé hablando un rato con ellos y les presté un par de herramientas. Me contaban que estaban viajando hacia el norte.
Luego de una parada en el departamento de Yala (un lugar con vegetación subtropical), terminé a la tarde en San Salvador.
Preguntando conseguí un micro que salía esa misma noche, así que no lo dudé y compré el pasaje luego de un regateo (en verdad no tenía más plata que la que le dí para pagar el pasaje).

Estuvo bueno el viaje de vuelta desde San Salvador a Buenos Aires, tardé como 23 hs más o menos. El micro era en servicio ejecutivo, así que iba cómodo, pero igual no pude dormir bien. Estaba bastante cansado, pero no hallaba la forma de acomodarme y descansar tranquilamente. Hicimos varias paradas. A medida que nos íbamos acercando a Bs. As., el calor se hacía notar cada vez más en los distintos pueblos que íbamos deteniéndonos.

Llegué a Bs As el miércoles 24 de febrero a las 23 hs.

sábado, 6 de marzo de 2010

4ta vez en La Paz y el carnaval de Oruro

Llegué de noche a La Paz y me dirigí hacia el hostel donde había estado las veces anteriores: El Carretero. Para mi sorpresa esta vez había lugar. Me acomodé en el cuarto y, como es costumbre, nos pusimos a hablar con los chicos con los cuales compartía la habitación. Como de costumbre, esa noche llovio en la ciudad. Al día siguiente me cambiaron de habitación y conocí a un par de chilenos que estaban por terminar la carrera de Psicología, y estaban viajando hacia el norte, su próxima parada era Sorata, y como no había ido casi me prendo en el viaje. A la tarde, mientras estaba leyendo y tomando mate en el patio, llegaron al hostel unos alemanes que viajaban en bicicleta. Nos pusimos a hablar y a intercambiar información y mientras estábamos platicando me encontré con uno de los chicos del grupo con el que habíamos pasado navidad en ese mismo hostel. Nos saludamos con gran entusiasmo y quedamos en salir esa noche al bolichón al que siempre fuimos en esa ciudad.
De La Paz tomé un bus hasta Oruro. Luego de insistirle un poco al chofer para que suba la bicicleta pude tomar el bus y hacia la tarde-noche estaba llegando a Oruro en plena víspera de carnaval. Por esa noche los precios de los alojamientos todavía se mantenían. A partir de la noche siguiente, y por todo el fin de semana y el comienzo de semana iban a sufrir subas desde un 100 hasta un 1000% y creo que en algunos casos más incluso. Esa tarde fuí a la panadería de María para darle la sorpresa de mi paso por la ciudad. Ella me recibió con alegría y me invitó a quedarme en la casa, como la otra vez cuando nos habíamos quedado con Luis, durante los días de carnaval. El carnaval terminaba un día martes, pero mi pasaje de tren era para el día domingo por la tarde, por lo cual me iba a perder los últimos días del gran evento.
Esa noche recorrimos la avenida por la cual iban a pasar los danzarines al día siguiente. Por esa noche las ubicaciones estaban invertidas: los músicos estaban en las gradas y el público estaba paseando, bailando y tomando en la avenida. Había varias comidas y bebidas que se ofrecían al paso. La gente iba de banda en banda cantando y bailando. A pesar de que no soy blanco ni rubio como muchos europeos que visitan por esos días la ciudad, la gente se daba cuenta que no era del lugar y se paraba a charlar e invitarme con algún trago. Había una atmósfera festiva que envolvía a todas las personas.
Al día siguiente fuimos a ver a los distintos grupos que desfilaban. Visitamos a unos amigos vegetarianos que estaban atendiendo un puesto de venta de choripanes y nos quedamos charlando un poco. Nos contaban que ellos desfilaban aquella noche, así que quedamos en esperarlos en las gradas y en acompañarlos danzando cuando pasen por donde estuviéramos. La gente, la música, los disfraces, el entusiasmo de los bailarines, la cantidad de gente, los niños mojándose con espuma y agua (a pesar del frío) creaban un espectáculo tal en la calle que el carnaval se sentía a cada paso. El grupo de los chicos era una tarqueada. Al canto de "entraremos a la plaza muy contentos, echando mistura" recorrimos varias cuadras viendo la expresión de alegría en orureños que esperan esas festividades con gran entusiasmo y cariño.
Al día siguiente, nuevamente quedamos en encontrarnos en las gradas con los chicos para ir cantando y bailando por todo el recorrido. Esa vez conseguimos unos lugares en la parte central del desfile. Con la noche los fuegos artificiales roban la atención de todos y se hacen sentir. La distancia entre el público y los artificios es muy escasa, y suceden algunos accidentes. Máscaras echando fuego, una cortina de fuegos de artificio por debajo de la cual pasan los bailarines con sus impresionantes disfraces y las eufóricas coreografías de los caporales dejan impresionado a más de uno, incluyéndome a mi. El desfile de bandas está programado para que la noche del sábado termine hacia el alba. Debido a un par de custiones de organización, las últimas bandas llegan al punto final y más alto del desfile, al socavón, bien entrada la mañana. Luego de las bendiciones del papa de la iglesia, los integrantes de los grupos están libres para disfrutar de lo que queda de carnaval. Las señales de cansancio se ven en todas las personas, pero el entusiasmo es el mismo que el del primer día de carnaval.
Luego de desayunar api (bebida caliente hecha con maiz morado, muy nutritiva) nos fuimos a descansar. El grupo para ese momento ya se había dispersado, y nos encontramos de vuelta en la panadería de María.
Al día siguiente, como era domingo, iba poder disfrutar del carnaval sólo la mitad del día, ya que el tren partía en la tarde. Nuevamente danzamos y cantamos con los grupos que iban pasando hasta que llegó el grupo de los chicos, y nos sumamos cantando y bailando. Como en ese horario había mucha gente espectando, los policías no nos dejaron pasar esa vez a la plaza junto con la banda y los bailarines. Gambeteé a un par de policías y pude pasar para saludar a los chicos. Uno de ellos: Pablo, que toca el bombo, me regaló un mazo de bombo para que recuerde aquellos días de carnaval, un maestro.
Con la ayuda de Laura, una argentina que también estaba parando en lo de María, fui a buscar las cosas a la casa. Debido a las calles cerradas por el recorrido del carnaval, tuve que dar la vuelta a todo Oruro para poder llegar a la estación de trenes. Como ya me era costumbre, tuve que ir a convencer a los empleados, en este caso ferroviarios, de que había lugar en el tren para la bicicleta y despaché los bolsos.
El día que fuí a sacar el boleto de tren había sólo pasajes en la clase "popular". "No debe ser tan grave viajar ahí" pensé, y compré el boleto. Aquella noche sufrí por no poder encontrar una posición mínimamente cómoda para descansar aunque sea 10 minutos seguidos sin que un nuevo dolor muscular me despertara. Intenté las 1001 posiciones para dormir en el exiguo lugar que logré obtener luego de sacar de su asiento a un par de pasajeros con la ayuda de un amigo que me encontré en Oruro. Resignado, resté un par de horas de descanso a aquella noche y las sumé a la cuenta de la noche siguiente.
Los paisajes que se sucedían por la ventana del tren eran asombrosos. Por eso mismo muchas veces dejé la lectura de algún libro para más adelante durante el viaje. Este amigo que me encontré en Oruro lo conocí en Humahuaca, cuando yo estaba viajando hacia el norte. Había ido a pasar los carnavales a Oruro, y por un descuido le robaron las mochilas, así que luego de conseguir algo de dinero, estaba viajando de vuelta a Humahuaca a rearmarse para poder seguir viajando. El tren llegaba hasta Villazón, la ciudad boliviana que limita con la ciudad argentina de La Quiaca. Charlamos un rato, comimos algo y quedamos en encontrarnos al día siguiente en Humahuaca para disfrutar del carnaval del norte argentino.

viernes, 26 de febrero de 2010

Camaná, una playa del sur de Perú

El viaje a Camaná fue grato. El asiento que me tocó tenía suficiente lugar como para viajar cómodamente con las piernas estiradas. Atravesamos la cordillera y luego de un interminable desierto descendimos un gran médano y ya nos encontrábamos en el Pacífico. Impresionante. El pasajero que viajaba a mi lado vió mi expresión de asombro en mi cara, y como se dió cuenta que no conocía la zona me dió algunas indicaciones sobre dónde conseguir alojamiento y demás. Cuando bajé del micro no podía creer que fuera de tarde y no tuviera frío... y que tampoco estuviera lloviendo. Después del clima de las últimas semanas había olvidado que los primeros meses del año eran calurosos en otras zonas del hemisferio sur... como en Camaná por ejemplo. En esa ciudad, el pueblo está a un par de kilómetros de la playa. Si bien hay alojamiento a pocas cuadras de la playa, y hasta se puede acampar en la playa, decidí alojarme cerca del centro de aquella ciudad. Una construcción terminada recientemente con el nombre de "Casa Blanca" decidí que fuera mi residencia por aquellos días luego de quedar sorprendido con el conveniente precio de las habitaciones individuales.

Paseando por el centro descubrí que había medialunas, y junto con un yogurt fueron una merienda espectacular. No sabía bien cuán lejos quedaba la playa, así que como tenía tiempo, decidí hacer playa recién al día siguiente por la mañana. Quedé nuevamente soprendido al ver que era de noche y estaba muy cómodo paseando en bermudas y remera de mangas cortas. La ducha era fría en todos los alojamientos en donde consulté, incluido en aquél por el que me había decidido.

Que la "resolana" quema lo mismo ya lo sabía, pero como me sucedió varias veces en el viaje, quise desafiar al sentido común una vez más y no le di importancia a aquél pensamiento. Las quemaduras me estuvieron molestando incesantemente las siguientes semanas. Cuando llegué a la playa, me dirigí primero a una parte donde no había gente casi. Sólo algunos pescadores pasaban con sus tramayos... utilizaban una técnica y unos modelos de tramayo que no había visto antes, pero claramente daban buenos resultados.

Me decidí y finalmente, luego de adquirir unas quemaduras de 2do grado, me dirigí hacia donde estaba todo el tumulto de gente para ver cómo era la movida en las playas peruanas del sur. La gente, como en las playas de argentina, parece tener cierta inclinación a agruparse en reducidos lugares por los cuales queda poco lugar para caminar. No se alquilan carpas, pero el alquiler de sobrillas, reposeras, piletitas de plástico y pequeñas carpitas está a la orden del día. En la playa se ofrecen, entre otras cosas, choclos, papas rellenas, churros, tutucas, ceviche, cerveza. Se pueden observar algunos techos hechos con madera y cañas, que fueron hechos por las personas del lugar para repararse del sol. Llegada la tarde, y con ella la hora del mate, me dispuse a disfrutar de esta bebida debajo de uno de estos techitos que encontré desocupado. Al poco tiempo una mujer con su hija y sus nietos se acercaron de a poco hacia donde estaba yo. Si bien la playa en ese lugar era bastante grande y había otros techitos desocupados, la familia se instaló al lado mío luego que la mujer iniciara una conversación con un -"usted es argentino, ¿no?... por el mate...". Me estuvo contando que ella anduvo viajando por Aregentina cuando yo estaba naciendo más o menos. Me explicó la diferencia que existe entre la gente de Arequipa y el resto de Perú, y me contó algunos hechos que sucedieron en la región, como el tsunami que tuvo lugar en Camaná en el 2001. Casi cuando el sol estaba por dejarle la posta a la luna, la familia se fué y yo me quedé un rato más contemplando el atardecer para regresar comenzada la noche al alojamiento.
Como al día siguiente me levanté alrededor del mediodía, fuí a la playa recién a la tarde a tomar unos mates, claro. Los churros que vendían sobre la avenida costanera fueron un buen acompañamiento. Ese día tuve más cuidado con el sol y me resguardé un poco más. Las quemaduras, sin embargo, ya las había adquirido y molestaban bastante. Recordando la charla con la mujer del día anterior, quise probar una comida del lugar y ese día cené ceviche en un restaurant frente a la playa.
Al día siguiente partí de vuelta hacia Arequipa, ya con la decisión de empezar a viajar hacia el sur rumbo a Buenos Aires de vuelta.
En Arequipa recorrí un poco el centro histórico de la ciudad y hacia el mediodía almorcé con Iván y Nathaly en un reconocido restaurant. Probé comidas típicas de Arequipa como el rocoto relleno y el cuy, y bebidas como la chicha morada y el pisco sauer. A pesar de lo poco de la gastronomía peruana que pude conocer, quedé impresionado con las propuestas culinarias que ofrece ese país. Luego de prometer una nueva visita a ese país, intercambiarnos contactos y saludarnos afectuosamente, me despedí de aquellas maravillosas personas.
Mi siguiente destino era la ciudad de La Paz. Tomé un bus hasta la frontera con Bolivia y de ahí otro hasta La Paz. Cuando me bajé del bus en la frontera se acercaron muchos bicitaxis a ofrecer sus servicios de un país al otro. Les expliqué que tenía mi propia movilidad y algunos de los muchachos se acordaron del partido de fútbol que habíamos jugado cuando había pasado por ahí la vez anterior. Como me dijeron que ya estaban jugando en ese momento no me pude sumar a ningún equipo y seguí viaje hacia Bolivia.

Últimos días sobre la bici en Perú

A la mañana, mientras desayunaba y juntaba las cosas para seguir viaje, la carpa se rodeó de gente curiosa, que como tenía que hacer tiempo para empezar a trabajar, se acercaron a charlar un rato. Se trataba de unos obreros que estaban esperando a su patron y a los materiales para comenzar a trabajar. Mientras estábamos hablando, como estaba al lado de la ruta, a la altura de un lomo de burro, todos los vehículos se detenían para pasar suavemente el obstáculo. Uno de los camiones que pasó mientras estábamos charlando, tuvo la desgracia que se le salió una de las ruedas del semiacoplado. Se escuchó un ruido fuerte, como si la rueda explotara. La cubierta salió disparada hacia la pared de la escuela técnica y cayó a unos 3 metros de la carpa. El aro de metal que mantenía a la rueda sujeta en su lugar fué lanzado cual misil y descansó en el piso luego de haber atravesado la ventana del primer piso de la escuela. Por suerte nadie salió herido, sólo fué un susto. Como era temprano, no había nadie cursando en la escuela tampoco.

Ese día anduve todo el día al lado del Lago Titicaca. Había unos paisajes maravillosos formados por las montañas, el cielo y el majestuoso lago. Luego de trepar algunos cerros, llegué a una zona de sembradíos en los cuales se estaba cosechando papa. Uno de los campesinos me detuvo al grito de "gringo", como fue costumbre durante todo el Perú y me regaló un par de papas. Agradecido seguí viaje y me detuve a la tarde, al lado de una casa abandonada.

Mientras estaba terminando de armar la carpa y organizar las cosas, un grupo de niños se acercó. Me dijeron que la casa tenía dueño y que debía pedir permiso. Cuando les dije que no tenía problema en hablar con el dueño, me respondieron que en realidad no hacía falta que fuera a pedir permiso y que ellos lo iban a hacer por mí al día siguiente. Nos quedamos hablando con los chicos un buen rato, hasta que me fuí a dormir. Como en toda esa zona la gente habla aymara, me estuvieron diciendo cómo se decían determinadas expresiones en ese idioma al tiempo que yo las anotaba. Era gracioso porque cuando ya no se nos ocurrían frases, ellos me comenzaban a traducir cualquier cosa que yo dijera o haga, como "está lista la sopa", "cuchara", "olla", etc.

La sopa que hice con las papas que me había regalado el buen señor quedó espectacular. Luego de que se hubieron ido los niños, me dispuse a dormir. Aquella noche también hizo bastante frío como para no poder dormir tranquilo. A la mañana me levanté con algo de fiebre y un malestar general. Como no podía pedalear en esas condiciones, más allá de que me restaban pocos kilómetros hasta Puno, decidí tomar una movilidad hasta aquella ciudad. Preparé las cosas luego de que terminara de llover y en breve estaba dirigiéndome rumbo a Puno sentado cómodamente en una minivan.

En Puno estuve 3 días hasta que me pude recomponer por completo. En esos días aproveché para recorrer la ciudad y visitar las Islas Uros. Estas islas están hechas con una planta que crece en el lugar: totora. Tanto las islas como las casas y los barcos están hechos de este material. El guía contaba que son varias familias las que viven en una isla, y cuando hay diferencias entre las personas que viven en una misma isla, sólo deben partir la isla al medio para tomar (literalmente) distancia en entre las partes en conflicto. Venden artesanías hechas también en totora, y unos telares en los que muestran cómo es la vida en las islas Uros. Hablan aymara y quechua, y tanto la escuela como el hospital también son flotantes. La cría de truchas y pejerreyes son uno de los cultivos típicos de la zona.

Me fuí de Puno justo un día antes de que comiencen las festividades por la Virgen de la Candelaria. Como a esa altura del viaje ya había confirmado que la zona de Cusco estaba hecha un desastre, mi rumbo tuvo un giro hacia el este, hacia Putina, donde me habían prometido que habían unas termas reconfortantes luego de tanto pedaleo. Ese mismo día no llegué a Putina, pero paré cerca, esta vez en un alojamiento para no pasar frío. En el trayecto pasé por zonas inundadas, producto de "El Niño", que estaba azotando a todo el Perú (incluido Cusco). Tiendas de campaña al costado de la ruta con casas inundadas al fondo era un paisaje que me tuvo sorprendido varios kilómetros. No me detuve frente a las advertencias de algunas personas sobre la posibilidad de ser asaltado por las personas evacuadas, pero un gran bullicio me sorprendió cuando atravesé la zona en la que estaban, provisoriamente, viviendo los evacuados. A esa altura del viaje ya estaba resignado en hacerle entender a las personas que yo no era un gringo... menos en esas circunstancias.

Al día siguiente, luego de recorrer un camino en parte asfaltado y en parte de ripio, llegué a la localidad esperada. Ese mismo día por la tarde me dirigí hacia las termas. No eran como me esperaba. Había una gran pileta, semiolímpica creo, alrededor de la cual había piletitas en las cuales uno podía estar media hora disfrutando solitariamente del efecto de las aguas termales. Pensaba quedarme un día más en aquél pueblito, pero como al día siguiente cerraban el parque termal por limpeza, partí al día siguiente. De esa forma le daba formalmente fin al viaje en bicicleta hacia el norte.

Tomé un bus de vuelta hacia el oeste bajo la atenta mirada de todas las personas que me veían pasar, como ya me era costumbre. Decidí ir bien hacia el oeste, hasta el límite de Perú con el mar, para hacer unos días de playa. Luego de asesorarme en Arequipa, decidí ir a pasar unos días a las playas de Camaná. En Arequipa conocí a un amigo de mi madrina, que también es médico homeópata: Iván. Estuvimos charlando un buen rato sobre el mejor lugar para disfrutar del Océano Pacífico y sobre demás cuestiones en común.

Primer día de pedaleo en Perú

Me quedé un día más en La Paz, y a pesar de que al día siguiente no pude decir que no a una invitación para ir a un boliche cercano al hostel, a la mañana (o a media mañana mejor dicho) salí decidido hacia Perú, hacia Cusco en bicicleta.

Casi toda la tarde llovió. Me mojé, pero estuvo bueno. Aquél día llegué a Tiwanaku de vuelta. Una pareja de argentinos que vivía hacía tiempo allí, me dió la bienvenida al verme parar frente a un quiosko del lugar y me dieron indicaciones sobre cómo llegar a un hospedaje económico que yo había visto cuando visité aquél pueblo en ocasión del acto de Evo.

En el camino hacia el hospedaje, una camineta se detuvo y me preguntó si iba para aquél lugar. Frente a mi respuesta, una de las personas se bajó de la camioneta y me acompañó hasta el hospedaje. Se trataba de los dueños del mismo. Luego de solucionar un par de desperfectos técnicos de la instalación eléctrica de aquella construcción, me pude duchar y descansar hasta el día siguiente.

Ese día llegué a la frontera de Perú hacia la hora del almuerzo. Luego de comer, me estaba dirigiendo hacia la bicicleta para seguir viaje cuando un grupo de chicos me invitaron a jugar un partido. No pude contenerme y al poco tiempo estábamos haciendo pases en medio de la calle tratando de hacer goles en los arcos improvisados con un par de piedritas. Cada tanto debíamos parar para dejar pasar a algún vehículo. El partido era por un sol (moneda peruana). El último gol nos hizo vencedores de aquél evento deportivo, pero la opinión de uno de los contrincantes sobre que la pelota había pasado por arriba y no por el costado del palo, puso en duda nuestra victoria. Al final, con el contrincante ofendido, quedamos vencedores, pero como el premio fué lanzado por este muchacho al los pies de su interlocutor, el derrumbre del orgullo que significaba levantar el premio del piso, hizo que el trofeo en forma de un sol, quedara en el piso por un tiempo. Decidieron regalarme el sol, dado que había estado en el equipo que ganó. Se los agradecí y prometí utilizarlo para comprar un refresco luego del pedaleo.

Ese día no logré hacer más que un par de kilómetro antes de que el sol terminara de caer. Pedí permiso para armar la carpa a una chola que me crucé en el camino, y acampé frente a una escuela técnica. Esa noche pasé un poco de frío, más allá de que me abrigué bien para dormir.

jueves, 25 de febrero de 2010

El acto de asunción de Evo Morales

De La Paz pensaba irme directo a Tiwanaku y de ahí seguir viaje para el norte, para Perú. Hablando con el brasilero que trabaja en El Carretero, me contó que él estaba organizando un viaje en bus, que iba y volvía en el día a Tiwanaku con el objetivo de presenciar el acto de asunción. Pensándolo un poco me atrajo la idea, ya que de esa forma iba a poder estar al día siguiente para presenciar el otro acto que iba a tener lugar en la ciudad de La Paz.

El bus se parecía más a un "gringo tour" que a un micro de personas políticamente comprometidas con el acto que iba a tener lugar ese día.

El día pintaba soleado. En el lugar del acto no había sombra alguna debajo de la cual refugiarse. Había muchas organizaciones de Argentina presentes en aquél pueblo. Los sindicatos y las distintas comunidades aborígenes de Bolivia se hacían notar también entre la multitud.

Cuando el mediodía se acercaba y campo de unas 3 cuadras de fondo por otras 3 cuadas de largo estuvo completo, se lo pudo ver a Evo llegar en un helicóptero. Se dirigió a la pirámide de Kalasasaya para realizar la ceremonia, y cuando finalmente se lo pudo ver mientras realizaba las reverencias hacia el oeste, la multitud estalló en un grito fervoroso. Bombos, redoblantes, zampoñas y demás instrumentos poco se dejaban oir en el estridente grito de los concurrentes.

En La Puerta del Sol se realizó el resto de la ceremonia. Evo estaba al lado de una anciana de más de 100 años representante indígena, mientras recibía los regalos que le enviaban desde las distintas partes del mundo. El idioma castellano tuvo lugar en tercera instancia en el discurso que pronunció, ya que el aymara y el quechua lo precedieron, en ese orden. Algunas personas escuchaban el discurso por radio mientras los locutores hacían comentarios. Otras personas traducían lo que Evo decía para las demás personas que no dominaban el idioma en el que hablaba. Por lo que pude escuchar, no sólo se trató de tres idiomas distintos, sino también de tres discursos distintos. Evo enfatizó en el cuidado de la tierra y en los valores humanos propios de los pueblos indígenas bolivianos. La Pacha Mama estaba presente en casi todas las palabras que pronunciaba, directa o indirectamente.

Luego del acto en las ruinas, se llevó a cabo un acto en la plaza de Tiwanaku. Allí desfilaron grupos de toda Bolivia al tiempo que exponían alguna danza autóctona al público. Casi antes de que concluyera este segundo acto, me tuve que retirar al micro, ya que habíamos quedado en un horario de regreso... y ese horario ya había pasado. Esquivando a algunos argentinos que me pedían mate, y dándoles rápidamente yerba mate a otros que me pedían en el camino, llegué justo a tiempo al micro. Cuando me subí, partió a los 2 minutos. El palo en el que habían flameado las banderas del "MAS", la boliviana y la whipala subió sin dudas al micro de vuelta, preparándose para mantener en alto a las mismas banderas en el acto del día siguiente en La Paz.

El acto del día siguiente comenzó en la plaza Murillo, frente a la cual está la casa de gobierno. En una pantalla gigante se mostraba a Evo mientras dirigía su discurso a la población. En él destacó los logros de su gestión anterior al tiempo que los comparaba con los resultados de la gestión del anterior presidente. Los resultados eran cuantitativamente impresionantes, por lo cual el discurso mereció la descripción de "matemático" de acuerdo con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Luego del acto en la plaza, el festejo continuaba en el estadio de la ciudad de La Paz. Frente al mismo hay una reconstrucción de las ruinas de Tiwanaku que descubrí recién a la salida del estadio, cuando concluyeron los festejos de aquél día. El estadio se comenzó a llenar de a poco. Las presentaciones de artistas habían comenzado incluso mientras el presidente terminaba de dar su discurso, por lo cual algunos artistas se quejaban de ser utilizados como "relleno" en los distintos eventos. Hacia la noche el estadio estaba casi lleno. La entrada era libre y gratuita. Con la llegada de Evo y los representantes de Venezuela, Ecuador y Cuba, se dió lugar a la parte más interesante del acto. Luego de los correspondientes discursos llegaron los mejores grupos musicales y las personas bailaban y cantaban con gran entusiasmo cada canción. La energía que había en ese lugar era notable.

A la salida del acto no me pude resistir a las famosas hamburguesas que venden en cada ciudad de Bolivia (las mejores son las de Potosí), y me comí 2 hamburguesas. Muy ricas.

domingo, 10 de enero de 2010

Ida y vuelta a La Paz

Luego de haber estado un buen tiempo en La Paz, salí decidido hacia Coroico a pasar año nuevo. Muchos de los chicos del hostel, con los que pasé Navidad iban también a Coroico dado que allí había varias fiestas que parecían estar buenas.


Salí bastante temprano aquél día. Sabía que los primeros kilómetros eran en subida, así que con paciencia, empecé a subir cada vez más. La ciudad de La Paz, la verdad que es enorme. Casi hacia el mediodía llegué al punto más alto a partir del cual comenzaba a bajar. Se llamaba "La Cumbre". Observando un poco el lugar, ví que muchos camioneros, en ese mismo lugar, realizaban una suerte de ofrenda o algo así a medida que transitaban por aquél tramo: tiraban un poco de líquido que traían en una botella y tomaban un poco también.


Seguí observando y ví que por la zona había muchas marcas de bicicleta en las banquinas y en los caminos que había por el lugar. Me pareció que esa era la zona en la que comenzaba el camino viejo, de ripio hacia Coroico, así que lo tomé. Estaba bastante divertido, ya que era en bajada y cada tanto tenía que cruzar algunos pequeños cursos de agua. En un momento advertí que el camino se había convertido en un estrecho sendero debido a un derumbre que parecía haber sucedido hacía un largo tiempo. Evidentemente esa no era la ruta antigua por la que quería transitar, pero como ese camino iba al lado de la ruta, y como había muy bonitos paisajes, continué por el mismo. Estaba bajando por un valle con la ruta a la izquierda y montañas muy altas a mi derecha con cascadas cada 200 mts. Hacía bastante frío, y como no pedaleaba porque era bajada, me tuve que abrigar bien. Cada tanto cruzaba pequeñas casas con paredes de rocas y techos de paja, las cuales tenían su correspondiente granjita, claro. Luego de descender un rato con suma precaución, paré a comer unas empanadas que había conseguido antes de salir (acá les llaman salteñas o tucumanas... y ni se parecen a las de Salta o Tucumán...) mientras admiraba algunas de las cascadas que se dejaban apreciar.


Continué por aquel camino y cada vez dudaba más de estar en la ruta adecuada. El camino se dividió en un momento, y como el de la izquierda parecía conducir a la entrada de una casa, agarré para la derecha. A los pocos metros era muy claro que esa calle no era transitada en absoluto, pero la tomé igual, ya que había un pequeño sendero que me daba la esperanza de llegar a algún lugar. Estaba bastante complicado, ya que en vez de transitar por ripio, lo debía hacer sobre rocas... y como era en bajada, eso valía. Luego de andar un poco, me topé con el arroyo al lado del cual venía pedaleando, ya que el camino proponía cuzarlo, y en ese mismo momento me dí cuenta porqué no estaba transitado: el puente que debía facilitarme el cruce, se había caido hacía un buen tiempo. Era una situación complicada, ya que desandar lo pedaleado implicaba un gran esfuerzo y un gran tiempo teniendo en cuenta que todavía me quedaban varios kilómetros. El arroyo no estaba muy crecido, pero no era muy sencillo cruzarlo, así que anduve por la orilla viendo alguna alternativa, hasta que descubrí un pequeño puente peatonal, que fue la salvación. Llegar al puente con la bici no fue fácil, ya que tenía que subir y bajar rocas muy grandes y pasar entre arbustos algo molestos. Con eso perdí bastante tiempo. Le pedí indicaciones a un hombre que me crucé y continué por el camino. En un momento, debía subir al asfalto para, más adelante, volver al ripio. Me pareció pasar por el camino que iba hacia el asfalto, pero como era en subida, seguí bajando pensando que más adelante podía haber otra propuesta menos cansadora. A los pocos kilómetros paré a preguntar, y evidentemente había tomado una mala decisión. El camino que subía al asfalto ya lo había pasado y debía subir...


Cuando finalmente llegué al asfalto, estaba ya un poco cansado y llovía y hacía frío y había perdido aún más tiempo. El paisaje era realmente bonito.


En un momento, cuando venía descendiendo, ví que había un túnel más adelante. Las ansias por cruzarlo se me fueron a los pocos metros de entrar en el mismo cuando no había luz en el interior, un vehículo venía atrás mío, el piso estaba mojado, y el túnel era más largo de lo que parecía. Un gran alivio me llegó cuando llegué al otro lado.


Algunas subidas más, un poco más de lluvia, algo de niebla y por fin llegué a la ruta vieja que conduce a Coroico, que también es conocida por "El Camino de la Muerte", ya que mucha gente murió en la misma, debido a lo peligroso que es transitarla en vehículo. De hecho, esa ruta puede ser tomada en dirección a Coroico, sólo hasta las 16 hs, ya que después hay preferencia para los vehículos que suben hacia La Paz. Yo, dado el horario, me encontraba a todos los que subían.


Estaba interesante el camino, ya que cuando lo tomé llovía, la niebla no me dejaba ver más allá de unos 4 metros, el ripio estaba algo complicado, y tenía que ir todo el tiempo apretando los frenos porque la pendiente era interesantemente pronunciada en muchos lugares.

El camino era lo suficientemente angosto como para que en la mayoría del recorrido hubiera lugar para un sólo vehículo, y era una vía de doble mano. Un par de veces me tuve que detener a un costado para dejar pasar a los vehículos que venían subiendo. Estaba divertida la bajada, pero era la verdad bastante cansadora, ya que la tensión de ir apretando los frenos, el continuo rebote del ripio y la lluvia me iban desgastando de a poco. Cada tanto la neblina desaparecía y me dejaba apreciar un poco el paisaje. Estaba entre montañas cubiertas de vegetación subtropical cuyas cimas no lograba ver. A la mitad del descenso, comencé a atravesar algunos arroyos que se me cruzaban en el camino. Como iba pegado a la montaña, había cascadas que debía cruzar por debajo, por el costado y por el medio. La verdad que me sentía en un parque acuático más que en un camino de ripio. Había agua por todos lados... me había olvidado el patito de hule.


En un momento, cuando la lluvia era casi garúa y ya no había neblina, me crucé con un grupo de personas que estaban detenidas en el medio del paso. Parecía como si estuvieran festejando algo, pero no me daba cuenta qué. Había personas de todas la edades, y la mayoría estaba bajo los efectos del alcohol. No dudaron en detenerme y hacerme un par de preguntas mientras me invitaban un vaso de cerveza. A esa altura del viaje un vaso de cerveza hubiera estado bien, como para refrescarse un poco... lo malo fue que todas mis ilusiones se desvanecieron cuando tomé el vaso de plástico y noté la temperatura a la que estaba el líquido. "A tiempo" le llaman aquí... por un momento me había olvidado que estaba en Bolivia. Tomé un trago y el buen hombre que me había invitado me indica que me lo debía tomar todo. Al fin y al cabo no fue tan malo. Uno de los hombres que estaban ahí, luego de un tiempo, les indicó a los demás que me dejaran seguir viaje. No sé bien si lo hizo porque notó que los muchachos estaban medio pesados o porque yo estaba interrumpiendo el festejo. Algo interesante de esa experiencia, fue ver a algunos de los miembros de las comunidades afrobolivianas que hay en la zona. Ver a una cholita negra hablando como boliviana es algo que impacta después de haber andado por otras zonas de Bolivia.


Hacia las 7 de la tarde (o de la noche, como dicen aquí) llegué al final del descenso. Me restaban sólo 7 km. hasta Coroico, pero eran en subida. Al preguntarle a una mujer del lugar sobre cuánto me restaba hasta el destino final de ese día, me indicó dónde podía tomar una mobilidad hasta el pueblo. Le respondí que mi intención era llegar en bicicleta, y ella añadió que de noche no iba a poder llegar y que además corría el riesgo de que me robaran en el camino. Me fue medio difícil creer a esta segunda observación, pero el cansancio y el hecho de saber que tenía que pedalear en subida me ganaron, y fuí derecho a esperar el minibus que me llevaría hasta Coroico. Un utilitario pequeño paró, y reclinando un par de asientos entró la bici lo más bien.


En Coroico recorrí todos los alojamientos sin tener suerte. Eran las 11 de la noche casi y estaba rodando con la bici subiendo y bajando calles cansadoras. Al final conseguí uno que estaba medio caro, pero tenía ducha, y eso lo justificaba. Dormí perfectamente esa noche. A la mañana fuí a tomar el desayuno y cuando llegué al comedor, descubrí porqué el Hotel se llama "Buena Vista". Se podían ver las montañas cubiertas de vegetación, con algunas nubes a media altura de las montañas, con las aves volando buscando las ráfagas de aire caliente, el río abajo, algunas casitas y plantaciones... una maravilla.


Ese día encontré a una de las chicas de hostel de La Paz. Al día siguiente llegaba el grupo que había salido caminando hacía 2 días. De a poco nos íbamos reagrupando.


El 31 nos fuimos a visitar una de las cascadas que quedaban ahí cerca del pueblo. Fue un viaje. La cascada estaba muy buena. Cuando llegamos comenzó a llover y paró al rato. Eso le dió un tinte interesante a esa experiencia.


Esa noche nos reunimos en un bar, luego fuimos a otro bar a comer algo y hacia las 12 nos perdimos todos. La razón de ello era que había varias fiestas que prometían y no todos estábamos de acuerdo en ir a la misma. Al final, junto con un grupo fuimos a una, como no estaba buena, volvimos a la plaza, donde estaba todo el pueblo, y después fuimos a otra fiesta. Con el taxista que nos llevó a los 7 a pasear por todo Coroico, nos hicimos amigos mas o menos. Al final terminamos en una fiesta techno que había en una casa-quinta que había sido alquilada para esa ocasión. Recién en la tarde del 1ro nos reencontramos todos en esa casa-quinta. Allí estuvimos acampando con un grupo un par de días hasta que se cortó el agua y la luz. Durante esos días fuimos de vuelta a visitar las cascadas que estaba ahí cerca.


Con algunos de los chicos nos quedamos un par de días más en Coroico en un alojamiento que conseguimos en el pueblo. Allí estuvimos hasta que la dueña del alojamiento no le gustó más que estemos. El cuarto estaba un poco desordenado, pero nos había dado un par de sacos de paja para dormir y la habitación creo que era la peor que tenía.


De vuelta en La Paz, fuimos a para otra vez a El Carretero. Cuando llegamos nos dijeron que no había lugar, pero como siempre, nos acomodamos como para entrar y al final no hubo problema. Un brasilero copado que trabaja en el hostel se ocupó de encontrarnos un rinconcito. En el hostel nos reencontramos con muchos de los chicos. Al final, como es costumbre, siempre nos quedábamos a la noche jugando y charlando, y como no me despertaba temprano al día siguiente, me quedaba un día más. El tema es que si no empiezo el día de pedaleo temprano, no tiene sentido salir a la tarde, entre otras cosas, porque a la tarde hay más chances de que llueva que a la mañana. Esa vez me quedé como 5 días antes de salir para Copacabana. Si me ponía las pilas podía llegar en un día a Copacabana, pero al final tardé como 3. El motivo de ello fué que quería pasar por Tiwanaku, un pueblo ancestral, donde hay unas ruinas de gran importancia. En las ruinas hay una energía muy interesante, y el lugar es muy bonito también. Allí fue donde de hecho se llevó a cabo el acto de toma de mando de Evo Morales.


Copacabana es muy bonito. Cuando llegué, almorcé con una Inka Kola. Compré algo de comida para llevar a la isla y al día siguiente crucé en barco. El tema es que me había dicho que en la isla estaba todo más caro, y por eso muchos llevan comida desde Copacabana. Para esos días, como ya era enero, adonde quiera que fuera, encontraba argentinos, muchos más de los que encontraba antes. En el pueblo, de cada 10 personas que me cruzaba, 7 eran argentinos, zarpado.


Apenas me bajé de la lancha, un viejito se me acerca y no me deja pasar hasta que no le pague un arancel en concepto de "derecho de pisar la isla" o algo asi. Como eran 5 bolivianos, se lo pagué, pero no me habían dicho nada al respecto, menos que para cruzar la isla debía pagar otros 3 aranceles más, mas o menos.


Todo el viaje en bote y la llegada a la isla estuvo bendecida por la lluvia. Cuando paró, fui a recorrer un poco el lugar. Estaba tratando de ver si había alguna alternativa a la interminable escalera que aparentemente iba a tener que subir con la bici. Me acerqué a unas carpas que había por ahí y me encontré a un par de chicos de El Carretero. Ellos estaban acapando, y me contaban que todos los días los venía a correr un señor de la isla porque decía que quedaba mal que los europeos llegaran y los vieran a ellos acampando en las terrazas que habían construido los incas. Lo malo es que el señor no pensaba lo mismo cuando eran los mismos europeos quienes acampaban en las mismas terrazas, pero bueh.


Me quedé con ellos hasta que se fueron. Para no ser molestados, nos fuimos hacia otro costado de la parte sur de la isla, donde acampamos sin problemas. Cuando se terminaron de ir los últimos, partí hacia la parte norte de la isla en bici. No me dí cuenta y se me hizo tarde, pero salí igual hacia el norte. En el camino sabía que me iba a topar con esas boleterías, pero como no tenía plata, no iba a poder pagarles nada, asi que salí tranquilo. En la primer boletería, como la chola se estaba peleando con un grupo de argentos, yo, mediante un "permiso...." pasé lo mas bien andando en bici. Cuando me topé con las primeras gradas (escaleras) me acordé de todas las cholas que me habían prometido que el camino era "plano". Me había olvidado que se trataba de indicaciones bolivianas... pocas veces me topé con una persona que me pudiera dar descripciones certeras sobre el camino no recorrido. En la 2da, 3ra y 4ta grada me acordé también de aquellas mamitas. Por suerte había bajadas también, pero a pesar de ello, la noche me alcanzó antes de que pudiera llegar al destino. Lo bueno de ello, fue que como era tarde, no me topé con ninguna boletería abierta, y me ahorré algunas explicaciones.


Acampé en la playa como hacen todos casi, calenté algo de comida que tenía y me metí a la carpa. Levantarse, abrir la carpa y ver el lago con las montañas de fondo es lo mas. Paseando por el pueblo me crucé con una italiana y una colombiana que conocía de El Carretero y quedamos en hacer alguna cena esa noche. Ese día me había caído mal el desayuno asi que estuve todo el día tirado bajo un toldo improvisado, al lado de la carpa, en la playa. La verdad que si bien estaba mal, dormir en la playa esta bueno, y dentro de todo la pase bien.


Hacia la noche me sentí mejor de a poco y fui hacia el hostel donde estaban las chicas para preparar la cena. Quedé sorprendido al ver que la cocina era una suerte de horno de barro dentro del cual se metía la leña, y las ollas iban sobre unos huecos que tenía el horno en la parte superior. Eso le daba mucha mística a la cocina. Hicimos una sopa que la verdad estaba muy buena. Cocinó la colombiana, Anita, y le puso una sopa colombiana que tenía. La mezcla quedó espectacular. Mientras cocinábamos escuchábamos al dueño del hostel, que junto con otras personas de la isla, estaban haciendo algo de música con unas sampoñas y un bombo alrededor de un fuego, a modo de agasajo para la gente que había llegado ese día. Sonaba bastante bonito, así que nos acercamos un rato a verlos.


Cuando se fueron las chicas, me quedé en la isla un día más y fuí a visitar las ruinas. Estas quedan en la cima de la isla, desde donde se aprecia un paisaje imponente, con una playa abajo, montañas alrededor, y el lago que completa el paisaje. Desde ya que la tenían muy clara los incas...


Cuando volví a Copacabana, tomé un bus a La Paz para ir a sacar plata y ver el acto de asunción de Evo Morales al canto de "Boronbonbon, boronbonbon, apoyo al Evo, en la asunción".





Breve diccionario para comprender al pueblo boliviano:


>hijo/a pequeña: wawa

>sí: ya

>bueno: ya

>de nada: ya

>chau: ya

>micro: flota

>señor comerciante: casera/o

>cuanto vale?: a cómo es?