sábado, 26 de diciembre de 2009

Luego de juntar un poco de ganas para escribir, les cuento que hoy día estoy en La Paz, Bolivia.



Al final luego de estar algunos días en Potosí, partí hacia Sucre en bicicleta. No sabía si iba a llegar ese mismo día al destino, pero no me preocupé mucho por eso.

La jornada de pedaleo comenzó tranquila. Por momentos había sol y por momentos estaba algo nublado. Los paisajes que se iban sucediendo eran muy bonitos. El camino en gral era en bajada, ya que potosí queda como a unos 4100 msnm y Sucre a unos 2700 si no mal recuerdo. La ruta era asfaltada, lo cual simplificaba las cosas.

En el recorrido iba bastante atento a las nubes que se iban acercando. Cuando me estaba acercando a una nube, parecía como si la ruta propusiera esquivarla y una curva aparecía más adelante. Eso estaba bueno, ya que se trataba sin dudas de nubes de tormenta.

El gambeteo de nubes duró hasta poco más del mediodía. La cercanía de un frente de tormenta me hizo dudar sobre si parar en el lugar que había almorzado, por lo menos hasta el día siguiente. Al final me decidí por continuar viaje luego de una breve siestita como ya me es costumbre.

En un momento de la tarde, logré llegar a la cima de un cerro, luego del cual me esperaba una bajada estrepitosa, que disfruté a pleno. Como siempre, luego de una bajada hay una subida. En el momento en el que me estaba disponiendo a afrontar la subida, y en una de las pocas partes no asfaltadas de la ruta, se largó a llover. Me preparé para la lluvia, y los truenos se empezaron a escuchar al poco tiempo. Por suerte parecía como si los rayos cayeran al otro lado de los cerros por los cuales estaba subiendo, así que me quedé tranquilo.

La tarde iba cayendo y, si bien quedaban pocos kilómetros para llegar al destino, no estaba seguro sobre si iba a poder llegar ese día.

En un momento, la ruta parecía como cortada, ya que había unos tachos en el medio de la calzada y, a la derecha, un camino de tierra proponía continuar el viaje. Esquivé los toneles y una señora me gritó para que volviera y tomara el camino no asfaltado. Eso mismo hice. Se trataba de un pequeño caserío. No bien entré en el ripio, observé que una soga atravesaba de lado a lado el camino. Cuando estuve más cerca, me dí cuenta que se trataba de un peaje. Desde ya que no me cobraron. Aproveché la situación, sin embargo, para pedir información sobre el trayecto que me restaba cubrir hasta Sucre. El buen hombre que cobraba el peaje (se trataba de policías) me indicó que había 4 subidas más hasta llegar a Sucre.

Cuando creí haber hecho 2 de las 4 subidas, la noche iba llegando y claramente no iba a llegar ese día. La única opción que tenía era armar la carpa al lado de alguna casa que me cruzara. En la primer casa que me crucé no tuve suerte. La señora de la casa, que estaba con 2 niños se vé que no me tuvo mucha confianza... aunque creo que no sabía lo que era una carpa, lo cual tambíen influyó en la suerte que tuve. En la segunda casa, el señor no tenía problema, pero tampoco había ningún lugar a nivel como para armar la carpa, por lo cual me derivó hacia la casa del frente. Me dijo que ahí vivía su hermano y que él sí tenía un lugar a nivel. Efectivamente así fué y sin mucha duda, el señor me dejó armar ahí la carpa frente a la mirada inquieta de la familia.

Cuando terminé de armar la carpa no me quedaban fuerzas mas que para tirarme a dormir. Dormí como un bebé. A la mañana siguiente, mientras calentaba algo de agua y desarmaba la carpa, el señor de la casa se me acercó para charlar. A pesar de que había visto que yo estaba calentando agua, al rato se me acercó y me convidó con un té y un pancito. El té, no sé bien de qué era, pero estaba muy rico; el pan, hizo lo suyo para hacer de ese desayuno una buena experiencia.

Mientras estaba hablando con el señor, se acercó la abuela de la familia atraida por el ruido que hacía el calentador. La cara de sorpresa de esa mujer era poco común para mí luego de haber visto a varias señoras del lugar. Le hizo un comentario al señor en quechua o aymara y el señor le explicó que funcionaba a gasolina. La sorpresa que demostraba esa mujer me hizo recordarla cocinando a leña la noche anterior y esa mañana...

Muy agradecido emprendí el viaje esa mañana nuevamente, luego de las indicaciones que me dió el señor sobre el camino.

Ese día llegué a Sucre luego de cubrir los 40 km que me faltaban. Como había tiempo decidí recorrer un poco la ciudad. Esa decisión implicó subir calles más empinadas que las que había tenido que enfrentar horas atrás. Ello valió la pena sin embargo, ya que cuando me dí cuenta, me encontraba en un mirador con una vista espectacular. Allí me reencontré con los artesanos chilenos que me había cruzado en otros lados. Luego de charlar un rato decidí preparar el mate para hacer de esa tarde un aún más grato pasar. Cuando estaba cebando el primer mate, un grupo de adolescentes se acercaron al mirador con la clara intención de desatar un duelo futbolístico. A pesar del esfuerzo que había realizado para llegar a aquella ciudad, al parecer me quedaban todavía fuerzas para proponerme como jugador. Así fué que no llegué a cebar más que 2 mates y ya me encontraba mandando algún pase a alguno de esos chicos de mi equipo que no tardaron en llamarme "cebollita", unos maestros.

Ganamos el partido, pero como nos robaron varios goles, incluyendo el último, tuvimos que jugar otro partido, y ahí sí que quedé cansado.

Me alojé en el mismo alojamiento en el que estaban estos chicos. Ahí en Sucre comenzó el mal tiempo. De a ratos llovia y de a ratos salía el sol.

La ciudad es muy bonita. El centro tiene un estilo colonial con calles angostas en algunas partes, como en Potosí. Me quedé algunos días viendo la ruta a seguir y el pronóstico. La información que iba recogiendo no era realmente alentadora.

Luego de hablar con los chicos, decidí partir para Oruro pero en bus. La idea era reencontrarme con ellos allí.

El viaje a Oruro fue una gran experiencia. Primeramente me enteré de los horarios de los buses hablando con la francesa que viajaba con estos artesanos. Eran como las 19 hs cuando estábamos platicando. Ese día tenía la intención de seguir viaje con la bici, pero el clima me hizo desistir de aquella decisión esa mañana, por lo cual me tenía que quedar por lo menos un día más en la ciudad. Sin embargo, como los buses salían a las 20:30 y a las 21:30, pensé en ahorrarme esa noche de alojamiento y salir en ese mismo momento de viaje. Eso mismo hice mientras afuera no cesaba de llover. Llamé a un taxi para llevar las cosas y llegué media hora antes de que saliera el último bus. El dato que no me habían dicho los chicos sino hasta último momento era que había pocas chances de que pudiera encontrar pasajes. Así fué efectivamente. Cuando llegué a la terminal no había pasajes. Mientras andaba paseando por los pasillos de la terminal, una señora se estaba quejando en el mostrador porque no le querían cambiar el pasaje que había comprado, ya que había decidido finalmente no viajar a Oruro. Sin dudarlo mucho la señora me vendió el pasaje y me fuí a tomar el micro. El problema era que con ese pasaje supuestamente debía viajar en la parte de abajo del micro. La particularidad de este micro era que a diferencia de los otros, no tenía asientos en la parte de abajo... y por eso la señora no quería tomar esa flota (como le dicen acá). Ese detalle no influyó mucho en mi decisión de tomar el micro...

Salí a la plataforma y el micro ya se estaba preparando para salir. Con mucho apuro subimos las cosas al vehículo mientras seguía maniobrando para salir. Debía subirme al micro, pero antes de eso tenía que buscar el termo que lo había dejado en un negocio de la terminal para que le carguen agua. Salí corriendo mientras los del micro me decían "te quedas, eh!". Volví y tuve que detener el micro para subir. Busqué algún lugar medianamente seco en ese cubículo mientras los demás hacían lo mismo.

A la hora vino el guarda, con lo cual descubrí que quienes viajaban ahí conmigo no tenían pasaje, por lo cual el empleado les venía a cobrar. Le indiqué al hombre que yo sí tenía pasaje, por lo cual me dijo: "Ah, pero entonces tenés que viajar arriba, sentado", contradiciendo todo lo que me habían dicho los empleados de la terminal. Sin chistar lo dejé que haga su trabajo. Al parecer no se dió cuenta, o no le dió importancia que el pasaje tuviera otro nombre y fuera para otro horario. Cuando volvió me dijo que tenía un lugar. Los muchachos me decían "Ah, como te salvaste de esta cárcel, eh!" (así era como lo denominaban). Entre risas me fuí a un lugar que no era necesariamente mejor, como lo pude comprobar.

Me tocó el asiento que está al medio, al fondo. Para llegar tuve que saltar a 4 personas que viajaban acostadas en el pasillo. Luego, de los aproximadamente 20 niños que había en ese micro, el único que lloraba, y fuerte, era el que estaba a mi izquierda. Del lado derecho estaba sentado un señor que me empujaba para hacerle lugar a una niña que viajaba con él y su pareja. Las piernas no las podía estirar por la gente que viajaba en el pasillo, y el asiento no se reclinaba. El viaje duraba toda la noche y sólo puede dormir de a ratos. La gorra me la olvidé en ese micro. Copado.

Cuando llegué a Oruro, esperé a que la ciudad despertara, ya que habíamos llegado temprano. Me bajé del micro para ir a buscar la bici y las bolsas, y cuando el chofer me abre la baulera empiezo a bajar las cosas con cierta prisa, y el hombre, a diferencia de lo que había sido todo el viaje, me sorprende diciéndome "Eh, tranquilo, bajá despacio las cosas". Después de desayunar ahí en la terminal, cuando volví a la plataforma, el micro todavía estaba ahí estacionado, y entonces comprendí porqué el chofer me había interpelado de esa forma.

Seguí comiendo unas galletitas en la plaza de Oruro mientras leia el diario y tomaba algo de sol. Cuando ya hubo bastante movimiento en la calle, me fuí a buscar un alojamiento. Dormí todo el mediodía y parte de la tarde, estuvo muy bueno.

En Oruro estuve paseando por la ciudad. Como era fin de semana, muchos de los grupos de "Morenada" estaban ensayando en la calle, así que disfruté del espectáculo que brindaban. Caminando por el centro, conocí a otros artesanos. Había una pareja que era de San Miguel, que habían vendido todo y se habían comprado una Traffic y habían salido de viaje hace unos 6 meses. Mediante ellos conocí a un artesano de La Plata. Nos quedamos hablando y esa noche salimos a conocer la movida nocturna de Oruro. Junto con el chico de La Plata, la chica de la casa donde estaba alojado y un par más de chicos de esa ciudad, surgió la idea de ir a pasar un día a los cerros, así que me prendí. Estuvo bueno. Teníamos una vista impresionante de un lago que había ahí cerca. Estuvimos cocinando con leña, tomamos sol, mate... descansamos más que nada. A la vuelta de ese viaje nos alojamos en la casa de la mujer, donde anteriormente había estado alojado el artesano de La Plata. La casa era también una panadería, así que estuvimos probando alguna de las delicias que ahí se preparaban.

Quedamos en encontrarnos con los chicos en Coroico para recibir el nuevo año, y partí hacia La Paz a pasar Navidad. En La Paz me alojé en "El Carretero". Es un hostel bastante conocido entre los viajeros y se distingue por la buena onda que hay en el lugar. Al hostel llegué a la noche y no bien llegué había algunos haciendo música en el patio, y en la cocina había comida que sobraba que era convidada a quien pasara por el lugar. Hice la cena mientras hablaba con los chicos que estaban terminando de comer.

Todos, pero absolutamente todos los días que estuve en La Paz, llovió. Eso hizo que me quedara bastante en el alojamiento. Estaba bueno porque leí y hablé bastante con la gente que está alojada ahí... mate de por medio, claro.

Para Noche Buena hicimos una comida colectiva. Una española se propuso para cocinar un guiso de lentejas, y con un par de chicos nos propusimos para hacer unos choris con salsa criolla y todo. En realidad, me había propuesto yo como parrillero, y eso fue lo que activó la movida de los choris. Esa noche llegué tarde, y todos se acrdaron de mí cuando vieron que la noche caía y los choris no estaban, así que un cordobés me reemplazó. Yo me dediqué a hacer la salsa criolla. Una italiana había hecho un postre, así que no nos podíamos quejar, había de todo. Esa noche éramos como unos 40 o más capaz. Estuvimos un rato en el alojamiento y después salimos a bailar. Volvimos como a las 7, como es costumbre en "El Carretero".

El 23, como era jueves, también aproveché a ir a la feria del alto, que está los jueves y los domingos. Era efectivamente como me habían contado. Ahí venden de todo, muy barato. Me compré unas remeras y un pantalón a 1 y 2 bolivianos, muy bueno.

Ya estuvimos planificando pasar año nuevo con los chicos del hostel en Coroico. Así fué entonces que hoy partió un grupo como de 10 para allí. Pensaban llegar mañana, ya que iban caminando. Yo estoy partiendo recién mañana por la mañana con la bici hacia allí, así que seguramente me los encontraré en el camino.

Acá no deja de llover, pero Coroico queda más abajo y parece que ahí hace más calor, así que voy a ver que onda.

Estuve subiendo algunas fotos, todavía me falta para estar al día con ellas pero ya lo lograré.

Les mando un abrazo!

viernes, 11 de diciembre de 2009

De Uyuni a Potosí, Bolivia

Luego de terminar de desayunar, me dirigí hacia la caverna para terminar de preparar las cosas. Ese día, justo ese día, no sé bien por qué, el viento, que siempre había soplado de oeste a este, lo estaba haciendo en sentido contrario. O sea, lo tenía en contra... algo con lo cual no contaba luego de haber pedaleado en sentido contrario con el viento en contra. Por suerte, hacia el mediodía, el viento ya estaba de mi lado y soplaba justamente hacia adonde me dirigía.

Almorcé en el hotel de sal. El hotel estaba cerrado debido a las elecciones que se estaban llevando a cabo ese domingo. Cuando había terminado de comer ví, que se acercaban un par de bicicletas. Cuando observo un poco mejor qué era lo que se estaba acercando, me doy cuenta que era un grupo de 6 alemanes que venían en 3 bicis tándem. Una de las bicicletas era de las normales, las otras dos, eran unas bicicletas que tenían un sistema raro: el que iba pedaleando adelante, lo hacía sentado, casi reclinado, y quien iba pedaleando detrás, iba en la posición normal de pedaleo. Luego me explicaron que eso facilitaba la comunicación entre los coclistas, dado que quien iba detrás, tenía la cabeza de quien iba adelante, justo abajo de la suya. Se quedaron un rato charlando y me brindaron información sobre la ruta que podía llegar a tomar rumbo norte. Cuando se fueron, seguí camino hacia Uyuni.

En Uyuni me quedé 1 día para descansar. Recorrí el mercado del lugar, probé las comidas del lugar y limpié la bici.

Preparado con todo lo necesario, partí luego del día de descanso hacia Potosí. Pensé que el camino iba a ser bastante complicado, pero que al cabo de 3 o 4 días iba a poder llegar: los primeros 12 km me hicieron desistir de cualquier intento de llegar a Potosí en bicicleta. El motivo de ello fué que llevaba demasiado peso. Si bien las subidas no eran sencillas, dada la cantidad de equipaje, lo que más me impedía avanzar era la pérdida de equilibrio producto de la gran cantidad de peso que llevaba atrás. Desde ya que el ripio hacía su parte.

Opté por llegar a Potosí ese día, pero en bus, así que tomé un micrito en el siguiente pueblito. Luego de probar algunas de las opciones culinarias callejeras de la ciudad, busqué un hostel y me retiré a descansar.

Al día siguiente no hice más que dar un paseo a la tarde por el centro de la ciudad. Allí encontré a un par de artesanos que había cruzado en Tilcara y en La Quiaca. Nos quedamos charlando y conocí a otra pareja de artesanos que habían viajado en bicicleta un buen trecho de su viaje. Me contaron que se estaban dirigiendo hacia el sur y que habían vendido las bicis una vez que llegaron a La Paz. Ese día también ví que daban una película que se llama "El regalo de la Pachamama". Cuando se hizo la hora fuí hacia el cine. La película contaba la vida de una familia que vivía en el salar de Uyuni, y que hacía lo que ellos denominaban "caravanas". Estas caravanas eran viajes que los habitantes realizaban con llamas cargadas de bloques de sal. Duraban meses y el objetivo era llevarles la sal a los pueblos más lejanos y realizar un trueque. Estuvo muy buena porque me hizo recordar los días que anduve por el salar.

El día siguiente estuve descansando también. Salí a caminar por la ciudad a la tarde, a hablar con algunos artesanos y personajes del lugar, y me anoté en el tour de las minas del día siguiente.

Hoy entonces, por la mañana, estuve recorriendo las minas. Fue algo muy divertido. Nos disfrazamos de mineros chetos, ya que luego descubrí que los verdaderos mineros no usan pantalones y camperas amarillas, sino que usan cualquier ropa. En la mina, nos contaba el guía, nos debíamos hacer a un lado no bien escuchemos un carrito acercarse. El motivo de ello, es que la mina que visitamos está en plena actividad y por ello debíamos tener cuidado. Anduvimos parados en algunos tramos, agachados, super agachados, arrastrándonos, y trepando escaleras y túneles por otros tramos. Hablamos con varios mineros y cuando les decía que era argentino, me decían "entonces vení a ayudarnos a empujar este vagón". Unos capos. Luego del tour volvimos a la agencia.

La idea es quedarme en Potosí un tiempo más mientras veo qué cosas saco del equipaje. Desde aquí definitivamente continúo en bici. Hoy fui a una "casa de ciclista" y luego de ver todas las personas que pasaron por Bolivia en bici, no es posible que no lo pueda hacer, así que en breve andaré por los ripios bolivianos.

Eso creo que es todo por el momento. Estuve subiendo un par de fotos más, así que dense una vuelta.

Muchas gracias por los mails y los mensajes!
Un abrazo!

domingo, 6 de diciembre de 2009

Últimos días en el norte argentino (parte II)

En este momento me encuentro en Potosí, Bolivia. Como este relato no concluye aquí, en estos días estaré actualizando nuevamente el blog. Un abrazo!
Fotos:
http://picasaweb.google.com/dace52003/FinalmenteViaje

Ese día seguían las festividades religiosas por la virgen del lugar. Los festejos se materializaban esta vez en forma de "doma" y "pionada". Aproveché para ir a ver el espectáculo y de paso darle el CD con las fotos y los videos a la señora que me lo había pedido. Luego de pasar por ahí anduve por la plaza haciendo tiempo hasta ver las películas. Vimos "Dios y el Diablo en la Tierra del Sol" y otra que no me acuerdo cómo se llama. Los artesanos que vivían en Humahuaca fueron muy buena onda y me invitaron a parar en su casa a la vuelta.


El día siguiente amaneció nublado. Eso me quitó un poco las ganas de sseguir viaje. Estuve dubitativo unas horas hasta que el descubrimiento de 2 metros cuadrados de cielo casi celeste me devolvieron la esperanza y armé la bici. A medida que iba alejándome de Humahuaca el cielo se iba despejando cada vez más. Estaba pedaleando tranquilamente, observando el paisaje, cuando de pronto advertí que los vehículos que pasaban en dirección contraria, estaban mojados. La razón de ello era la nube gris que se encontraba más adelante en la ruta. Cuando llegué a la cima de la cuesta que estaba trepando, observé que unos 150 metros más adelante la ruta estaba mojada. Antes que me pudiera terminar de preparar para la lluvia, los primeros gotones ya me habían alcanzado. El viaje debajo de la lluvia es divertido, por lo menos al principio. Estaba mojado y el granizo se hacía notar en las manos pero estaba todo bien, a no ser por los rayos que traía esa nube. Al comienzo no me hice mucho problema por los mismos, dado que caían a lo lejos. De repente, mientras estaba por el coro de vaya a saber qué canción y con decididas ganas de cortar mi interpretación, a 100 metros delante mío cae un soberbio rayo. El trueno que normalmente tarda en escucharse, lo escuché al mismo tiempo que veía el relámpago. A ese ruido se le sumó el chisporroteo que hace la electricidad. Todo muy fuerte. La tierra saltando en el aire alrededor de donde cayó la carga eléctrica, tampoco faltó.

Esa fue la segunda vez que el clima me hacía dudar sobre el modo en que iba a terminar la jornada. En ese momento me acordé de las palabras de la coplera con la que había estado hablando en Humahuaca aquella noche. Ella me decía que la Pachamama era quien le daba la voz y la creatividad para armar coplas con tanta originalidad. Con situaciones como las que estaba pasando en ese mometo con aquella nube, pensé "¡Y claro, cómo no creer en la Pachamama!". Seguí pedaleando y al poco tiempo ya había pasado la nube con la lluvia y su granizo.... pero los rayos seguían cayendo, por suerte lo hacían a kilómetro(s) de distancia.

Almorcé en un paraje donde había un pequeño kiosko y una escuela primaria con 8 alumnos en total. Ahí me quedé hablando con un señor que se me acercó y me contaba que había servido a la patria haciendo el servicio militar en San Salvador de Jujuy. Me dió un par de indicaciones sobre el camino que me restaba hasta Abra Pampa y continué el viaje.

Cuando me faltaban 12 km. para Abra Pampa, mientras estaba disfrutando del paisaje y de una bajada espléndida, me di cuenta que la localidad en cuestión estaba bajo una nube similar a la que había tenido que atravesar un par de kilómetros atrás. Traté de no hacerme mucho problema pero cuando me faltaban unos 7 km para llegar ya me encontraba de nuevo bajo la lluvia, el granizo.... y los rayos. Una camioneta que me había pasado y que había estacionado más adelante me ofreció alcanzarme cuando me vió pasar por el costado. Si bien no me faltaba mucho, acepté el ofrecimiento más que nada por el peligro de los rayos. Hablando en ese pequeño trayecto con el conductor, me indicó que a la derecha se veía una montaña con arena, que tenía un determinado nombre. Más adelante hablando con otras personas me enteré que el nombre de aquella montaña significa algo así como "pacto con el diablo", y que quien camina descalzo por esa arena siente la energía de esa montaña. Continuamos hablando, y luego que yo le comentara que al día siguiente seguía viaje hacia La Quiaca, me dijo "Te dejo en la estación que queda al final de Abra Pampa... o si querés te llevo hasta La Quiaca". En ese momento quedé medio confuso. Si bien anteriormente había escuchado esa frase, ella había estado acompañada por algo de sarcasmo, ironía, o simplemente había sido un chiste. La diferencia con esta vez es que el buen hombre me estaba hablando en serio. Me dijo "Si querés te llevo hasta La Quiaca". Me habían dicho que la ruta entre Abra Pampa y La Quiaca era aburrida y había evaluado hacerla con un micro. Al final le agradecí el ofrecimiento y le pedí que me dejara en la estación de servicio mencionada.

La aburrida ruta fue una de las mejores del viaje. Si bien el paisaje no variaba mucho, tampoco había grandes cuestas para subir y creo que por momentos tuve viento a favor. La distancia que debía recorrer ese día la pensaba terminar de cubrir recién a la tarde, pero venía tan bien que llegué a almorzar a La Quiaca. Pasando por La Posta del Marqués me acordé de la canción "El Arriero", como me había dicho Seba. En 2 ocasiones ví un cartel que indicaba los 54 km que me separaban de "La Laguna de Los Pozuelos" y en ambas dudé sobre si tomarlo o no. Ello implicaba desviarse del camino y tomar una ruta de ripio. Finalmente opté por seguir hacia La Quiaca, pero sabiendo que era un lugar que en alguna otra ocasión iba a visitar.

Ya en el destino, mientras estaba almorzando me encontré con el chico que estaba haciendo una campaña de "8000 km contra la desnutrición" en bici. Se sumo al almuerzo y me contó que estaba parando en el polideportivo, y me dijo que podía preguntar para quedarme ahí esa noche. Eso mismo hice cuando llegué al lugar y me dejaron quedarme esa y la noche siguiente.

El La Quiaca anduve recorriendo el lugar y me crucé un par de veces hacia Villazón para comprar el pasaje en tren hacia Uyuni y conocer el lugar.

Fue una gran experiencia llegar a tiempo al tren, y que a su vez, no me hicieran problema por la bici. El viaje en tren fue muy bueno. En una de las paradas compré un queso, tomé un café y comí una tortafrita. Durante el viaje pasaba un señor con un canasto vendiendo pollo frito, sánguches y bebidas. Llegué a Uyuni a la 1:30 de la noche. Como no tenía muchas opciones me alojé en un hotel que estaba ofreciendo un señor en la terminal.

Al día siguiente partí decidido hacia las salinas. Pregunté mas o menos cómo llegar y me mandé. El camino comenzaba con un ripio algo molesto, ya que por momentos había que transitar por caminos paralelos en búsqueda de un manejo más cómodo. Antes de terminar la etapa de ripio me encontré con una pareja inglesa que venían de hacer el recorrido que yo deseaba hacer. Me brindaron valiosa información y luego de que les dijera que llevaba sólo 3 litros de agua, me obsequiaron 2 litros más. La verdad que no tenía mucha idea hacia adónde me estaba dirijiendo. Las 4x4 no dejaban de pasar a los costados y al poco tiempo ya me encontraba andando sobre sal. Era algo medio raro de comprender para mí el hecho de andar con la bici sobre sal, capaz por eso tenía tantas ganas de llegar a ese lugar. Ese día quería llegar a la Isla Incahuasi, pero como en el desierto no hay muchos carteles ni indicaciones, terminé en el Hotel de Sal. Allí hay un museo y por el momento no recibe huéspedes debido a que no tienen solucionado el tema de las aguas servidas.

Hablando con un par de guías que habían llegado al hotel en camionetas y con varios turistas, me advirtieron que la isla a la cual quería llegar quedaba a unos 65 km., y dada la hora, no iba a poder llegar ese día antes de la noche. Hablé con la señora que vive en el hotel y no tuvo problemas en que armara la carpa a un costado del hotel para partir al día siguiente durante la mañana. El atardecer fue muy bonito. La noche me sorprendió sobremanera. La cantidad de estrellas que se veían era algo impresionante, por lo menos para mi.

El día siguiente lo quería comenzar observando la salida del sol en el horizonte, pero el cansancio y el frio me hicieron quedarme un poco más en el sobre. Pedalear arriba de sal es impresionante, pero llega un punto en el que se vuelve algo aburrido: se trata de un desierto o un lago de sal y no cambia mucho el paisaje... lo único que cambia es el cansancio, que va en aumento con los kilómetros recorridos. Sin embargo, crucé un refugio hecho con sal, dentro del cual había algunos víveres; crucé pozos, al fondo de los cuales se veía el agua que se encuentra debajo del salar; y finalmente vi cómo la isla se iba haciendo visible.

Llegué para la hora del almuerzo, así que comí en el restaurant de la isla. Luego de ello, cuando volví a la bici, un hombre se me acercó y me explicó que era el primer habitante de la isla. Traía un libro de actas que no tardó en enseñármelo, al tiempo que me comentaba que se trataba de una suerte de "libro de viajeros", donde había saludos, contactos, información en gral. sobre los viajeros que habían pasado por la isla. Los cicloturistas ocupaban algo así como el 80% del libro. Me dejó una birome y se fué para que yo pudiera ojear el libro y firmarlo. La conclusión al ver ese libro es que el viaje que estoy realizando, es apenas una vuelta a la manzana en bici (como solía hacer cuando niño) comparado con el viaje de las personas que habían pasado anteriormente por aquella isla.

Le pedí indicaciones al buen hombre y a su mujer sobre un lugar para armar la carpa. Me indicaron que la podía armar por ahí cerca o sino, podía dar la vuelta a la isla y armarla en una cueva o caverna que allí había. Sin dudarlo me dí la vuelta a la isla en búsqueda de aquella "habitación de hotel", tal cual la había denominado el primer habitante de la isla. Encontré aquél refugio y no lo podía creer. Era una caverna posta! Me sentí un "hombre de las cavernas". Preparé el mate y me fui a disfrutar del atardecer. Cuando volví, antes de poder terminar la cena, las estrellas ya se asomaban por la entrada de la cueva. Nuevamente quedé sorprendido por la cantidad de estrellas, los satélites y las estrellas fugaces que se observaban con facilidad. Estar en el medio de un desierto, en una cueva, la verdad que da una sensación de inestabilidad, pero por las mismas razones es algo sorprendente. Aquella mañana procuré levantarme temprano para ver la salida del sol. No bien terminé de preparar el desayuno, me dirigí hacia un buen lugar para ver el espectáculo. Los colores que iba adquiriendo el cielo, las nubes y finalmente el sol completaron un regalo de la naturaleza digno de ver.