domingo, 10 de enero de 2010

Ida y vuelta a La Paz

Luego de haber estado un buen tiempo en La Paz, salí decidido hacia Coroico a pasar año nuevo. Muchos de los chicos del hostel, con los que pasé Navidad iban también a Coroico dado que allí había varias fiestas que parecían estar buenas.


Salí bastante temprano aquél día. Sabía que los primeros kilómetros eran en subida, así que con paciencia, empecé a subir cada vez más. La ciudad de La Paz, la verdad que es enorme. Casi hacia el mediodía llegué al punto más alto a partir del cual comenzaba a bajar. Se llamaba "La Cumbre". Observando un poco el lugar, ví que muchos camioneros, en ese mismo lugar, realizaban una suerte de ofrenda o algo así a medida que transitaban por aquél tramo: tiraban un poco de líquido que traían en una botella y tomaban un poco también.


Seguí observando y ví que por la zona había muchas marcas de bicicleta en las banquinas y en los caminos que había por el lugar. Me pareció que esa era la zona en la que comenzaba el camino viejo, de ripio hacia Coroico, así que lo tomé. Estaba bastante divertido, ya que era en bajada y cada tanto tenía que cruzar algunos pequeños cursos de agua. En un momento advertí que el camino se había convertido en un estrecho sendero debido a un derumbre que parecía haber sucedido hacía un largo tiempo. Evidentemente esa no era la ruta antigua por la que quería transitar, pero como ese camino iba al lado de la ruta, y como había muy bonitos paisajes, continué por el mismo. Estaba bajando por un valle con la ruta a la izquierda y montañas muy altas a mi derecha con cascadas cada 200 mts. Hacía bastante frío, y como no pedaleaba porque era bajada, me tuve que abrigar bien. Cada tanto cruzaba pequeñas casas con paredes de rocas y techos de paja, las cuales tenían su correspondiente granjita, claro. Luego de descender un rato con suma precaución, paré a comer unas empanadas que había conseguido antes de salir (acá les llaman salteñas o tucumanas... y ni se parecen a las de Salta o Tucumán...) mientras admiraba algunas de las cascadas que se dejaban apreciar.


Continué por aquel camino y cada vez dudaba más de estar en la ruta adecuada. El camino se dividió en un momento, y como el de la izquierda parecía conducir a la entrada de una casa, agarré para la derecha. A los pocos metros era muy claro que esa calle no era transitada en absoluto, pero la tomé igual, ya que había un pequeño sendero que me daba la esperanza de llegar a algún lugar. Estaba bastante complicado, ya que en vez de transitar por ripio, lo debía hacer sobre rocas... y como era en bajada, eso valía. Luego de andar un poco, me topé con el arroyo al lado del cual venía pedaleando, ya que el camino proponía cuzarlo, y en ese mismo momento me dí cuenta porqué no estaba transitado: el puente que debía facilitarme el cruce, se había caido hacía un buen tiempo. Era una situación complicada, ya que desandar lo pedaleado implicaba un gran esfuerzo y un gran tiempo teniendo en cuenta que todavía me quedaban varios kilómetros. El arroyo no estaba muy crecido, pero no era muy sencillo cruzarlo, así que anduve por la orilla viendo alguna alternativa, hasta que descubrí un pequeño puente peatonal, que fue la salvación. Llegar al puente con la bici no fue fácil, ya que tenía que subir y bajar rocas muy grandes y pasar entre arbustos algo molestos. Con eso perdí bastante tiempo. Le pedí indicaciones a un hombre que me crucé y continué por el camino. En un momento, debía subir al asfalto para, más adelante, volver al ripio. Me pareció pasar por el camino que iba hacia el asfalto, pero como era en subida, seguí bajando pensando que más adelante podía haber otra propuesta menos cansadora. A los pocos kilómetros paré a preguntar, y evidentemente había tomado una mala decisión. El camino que subía al asfalto ya lo había pasado y debía subir...


Cuando finalmente llegué al asfalto, estaba ya un poco cansado y llovía y hacía frío y había perdido aún más tiempo. El paisaje era realmente bonito.


En un momento, cuando venía descendiendo, ví que había un túnel más adelante. Las ansias por cruzarlo se me fueron a los pocos metros de entrar en el mismo cuando no había luz en el interior, un vehículo venía atrás mío, el piso estaba mojado, y el túnel era más largo de lo que parecía. Un gran alivio me llegó cuando llegué al otro lado.


Algunas subidas más, un poco más de lluvia, algo de niebla y por fin llegué a la ruta vieja que conduce a Coroico, que también es conocida por "El Camino de la Muerte", ya que mucha gente murió en la misma, debido a lo peligroso que es transitarla en vehículo. De hecho, esa ruta puede ser tomada en dirección a Coroico, sólo hasta las 16 hs, ya que después hay preferencia para los vehículos que suben hacia La Paz. Yo, dado el horario, me encontraba a todos los que subían.


Estaba interesante el camino, ya que cuando lo tomé llovía, la niebla no me dejaba ver más allá de unos 4 metros, el ripio estaba algo complicado, y tenía que ir todo el tiempo apretando los frenos porque la pendiente era interesantemente pronunciada en muchos lugares.

El camino era lo suficientemente angosto como para que en la mayoría del recorrido hubiera lugar para un sólo vehículo, y era una vía de doble mano. Un par de veces me tuve que detener a un costado para dejar pasar a los vehículos que venían subiendo. Estaba divertida la bajada, pero era la verdad bastante cansadora, ya que la tensión de ir apretando los frenos, el continuo rebote del ripio y la lluvia me iban desgastando de a poco. Cada tanto la neblina desaparecía y me dejaba apreciar un poco el paisaje. Estaba entre montañas cubiertas de vegetación subtropical cuyas cimas no lograba ver. A la mitad del descenso, comencé a atravesar algunos arroyos que se me cruzaban en el camino. Como iba pegado a la montaña, había cascadas que debía cruzar por debajo, por el costado y por el medio. La verdad que me sentía en un parque acuático más que en un camino de ripio. Había agua por todos lados... me había olvidado el patito de hule.


En un momento, cuando la lluvia era casi garúa y ya no había neblina, me crucé con un grupo de personas que estaban detenidas en el medio del paso. Parecía como si estuvieran festejando algo, pero no me daba cuenta qué. Había personas de todas la edades, y la mayoría estaba bajo los efectos del alcohol. No dudaron en detenerme y hacerme un par de preguntas mientras me invitaban un vaso de cerveza. A esa altura del viaje un vaso de cerveza hubiera estado bien, como para refrescarse un poco... lo malo fue que todas mis ilusiones se desvanecieron cuando tomé el vaso de plástico y noté la temperatura a la que estaba el líquido. "A tiempo" le llaman aquí... por un momento me había olvidado que estaba en Bolivia. Tomé un trago y el buen hombre que me había invitado me indica que me lo debía tomar todo. Al fin y al cabo no fue tan malo. Uno de los hombres que estaban ahí, luego de un tiempo, les indicó a los demás que me dejaran seguir viaje. No sé bien si lo hizo porque notó que los muchachos estaban medio pesados o porque yo estaba interrumpiendo el festejo. Algo interesante de esa experiencia, fue ver a algunos de los miembros de las comunidades afrobolivianas que hay en la zona. Ver a una cholita negra hablando como boliviana es algo que impacta después de haber andado por otras zonas de Bolivia.


Hacia las 7 de la tarde (o de la noche, como dicen aquí) llegué al final del descenso. Me restaban sólo 7 km. hasta Coroico, pero eran en subida. Al preguntarle a una mujer del lugar sobre cuánto me restaba hasta el destino final de ese día, me indicó dónde podía tomar una mobilidad hasta el pueblo. Le respondí que mi intención era llegar en bicicleta, y ella añadió que de noche no iba a poder llegar y que además corría el riesgo de que me robaran en el camino. Me fue medio difícil creer a esta segunda observación, pero el cansancio y el hecho de saber que tenía que pedalear en subida me ganaron, y fuí derecho a esperar el minibus que me llevaría hasta Coroico. Un utilitario pequeño paró, y reclinando un par de asientos entró la bici lo más bien.


En Coroico recorrí todos los alojamientos sin tener suerte. Eran las 11 de la noche casi y estaba rodando con la bici subiendo y bajando calles cansadoras. Al final conseguí uno que estaba medio caro, pero tenía ducha, y eso lo justificaba. Dormí perfectamente esa noche. A la mañana fuí a tomar el desayuno y cuando llegué al comedor, descubrí porqué el Hotel se llama "Buena Vista". Se podían ver las montañas cubiertas de vegetación, con algunas nubes a media altura de las montañas, con las aves volando buscando las ráfagas de aire caliente, el río abajo, algunas casitas y plantaciones... una maravilla.


Ese día encontré a una de las chicas de hostel de La Paz. Al día siguiente llegaba el grupo que había salido caminando hacía 2 días. De a poco nos íbamos reagrupando.


El 31 nos fuimos a visitar una de las cascadas que quedaban ahí cerca del pueblo. Fue un viaje. La cascada estaba muy buena. Cuando llegamos comenzó a llover y paró al rato. Eso le dió un tinte interesante a esa experiencia.


Esa noche nos reunimos en un bar, luego fuimos a otro bar a comer algo y hacia las 12 nos perdimos todos. La razón de ello era que había varias fiestas que prometían y no todos estábamos de acuerdo en ir a la misma. Al final, junto con un grupo fuimos a una, como no estaba buena, volvimos a la plaza, donde estaba todo el pueblo, y después fuimos a otra fiesta. Con el taxista que nos llevó a los 7 a pasear por todo Coroico, nos hicimos amigos mas o menos. Al final terminamos en una fiesta techno que había en una casa-quinta que había sido alquilada para esa ocasión. Recién en la tarde del 1ro nos reencontramos todos en esa casa-quinta. Allí estuvimos acampando con un grupo un par de días hasta que se cortó el agua y la luz. Durante esos días fuimos de vuelta a visitar las cascadas que estaba ahí cerca.


Con algunos de los chicos nos quedamos un par de días más en Coroico en un alojamiento que conseguimos en el pueblo. Allí estuvimos hasta que la dueña del alojamiento no le gustó más que estemos. El cuarto estaba un poco desordenado, pero nos había dado un par de sacos de paja para dormir y la habitación creo que era la peor que tenía.


De vuelta en La Paz, fuimos a para otra vez a El Carretero. Cuando llegamos nos dijeron que no había lugar, pero como siempre, nos acomodamos como para entrar y al final no hubo problema. Un brasilero copado que trabaja en el hostel se ocupó de encontrarnos un rinconcito. En el hostel nos reencontramos con muchos de los chicos. Al final, como es costumbre, siempre nos quedábamos a la noche jugando y charlando, y como no me despertaba temprano al día siguiente, me quedaba un día más. El tema es que si no empiezo el día de pedaleo temprano, no tiene sentido salir a la tarde, entre otras cosas, porque a la tarde hay más chances de que llueva que a la mañana. Esa vez me quedé como 5 días antes de salir para Copacabana. Si me ponía las pilas podía llegar en un día a Copacabana, pero al final tardé como 3. El motivo de ello fué que quería pasar por Tiwanaku, un pueblo ancestral, donde hay unas ruinas de gran importancia. En las ruinas hay una energía muy interesante, y el lugar es muy bonito también. Allí fue donde de hecho se llevó a cabo el acto de toma de mando de Evo Morales.


Copacabana es muy bonito. Cuando llegué, almorcé con una Inka Kola. Compré algo de comida para llevar a la isla y al día siguiente crucé en barco. El tema es que me había dicho que en la isla estaba todo más caro, y por eso muchos llevan comida desde Copacabana. Para esos días, como ya era enero, adonde quiera que fuera, encontraba argentinos, muchos más de los que encontraba antes. En el pueblo, de cada 10 personas que me cruzaba, 7 eran argentinos, zarpado.


Apenas me bajé de la lancha, un viejito se me acerca y no me deja pasar hasta que no le pague un arancel en concepto de "derecho de pisar la isla" o algo asi. Como eran 5 bolivianos, se lo pagué, pero no me habían dicho nada al respecto, menos que para cruzar la isla debía pagar otros 3 aranceles más, mas o menos.


Todo el viaje en bote y la llegada a la isla estuvo bendecida por la lluvia. Cuando paró, fui a recorrer un poco el lugar. Estaba tratando de ver si había alguna alternativa a la interminable escalera que aparentemente iba a tener que subir con la bici. Me acerqué a unas carpas que había por ahí y me encontré a un par de chicos de El Carretero. Ellos estaban acapando, y me contaban que todos los días los venía a correr un señor de la isla porque decía que quedaba mal que los europeos llegaran y los vieran a ellos acampando en las terrazas que habían construido los incas. Lo malo es que el señor no pensaba lo mismo cuando eran los mismos europeos quienes acampaban en las mismas terrazas, pero bueh.


Me quedé con ellos hasta que se fueron. Para no ser molestados, nos fuimos hacia otro costado de la parte sur de la isla, donde acampamos sin problemas. Cuando se terminaron de ir los últimos, partí hacia la parte norte de la isla en bici. No me dí cuenta y se me hizo tarde, pero salí igual hacia el norte. En el camino sabía que me iba a topar con esas boleterías, pero como no tenía plata, no iba a poder pagarles nada, asi que salí tranquilo. En la primer boletería, como la chola se estaba peleando con un grupo de argentos, yo, mediante un "permiso...." pasé lo mas bien andando en bici. Cuando me topé con las primeras gradas (escaleras) me acordé de todas las cholas que me habían prometido que el camino era "plano". Me había olvidado que se trataba de indicaciones bolivianas... pocas veces me topé con una persona que me pudiera dar descripciones certeras sobre el camino no recorrido. En la 2da, 3ra y 4ta grada me acordé también de aquellas mamitas. Por suerte había bajadas también, pero a pesar de ello, la noche me alcanzó antes de que pudiera llegar al destino. Lo bueno de ello, fue que como era tarde, no me topé con ninguna boletería abierta, y me ahorré algunas explicaciones.


Acampé en la playa como hacen todos casi, calenté algo de comida que tenía y me metí a la carpa. Levantarse, abrir la carpa y ver el lago con las montañas de fondo es lo mas. Paseando por el pueblo me crucé con una italiana y una colombiana que conocía de El Carretero y quedamos en hacer alguna cena esa noche. Ese día me había caído mal el desayuno asi que estuve todo el día tirado bajo un toldo improvisado, al lado de la carpa, en la playa. La verdad que si bien estaba mal, dormir en la playa esta bueno, y dentro de todo la pase bien.


Hacia la noche me sentí mejor de a poco y fui hacia el hostel donde estaban las chicas para preparar la cena. Quedé sorprendido al ver que la cocina era una suerte de horno de barro dentro del cual se metía la leña, y las ollas iban sobre unos huecos que tenía el horno en la parte superior. Eso le daba mucha mística a la cocina. Hicimos una sopa que la verdad estaba muy buena. Cocinó la colombiana, Anita, y le puso una sopa colombiana que tenía. La mezcla quedó espectacular. Mientras cocinábamos escuchábamos al dueño del hostel, que junto con otras personas de la isla, estaban haciendo algo de música con unas sampoñas y un bombo alrededor de un fuego, a modo de agasajo para la gente que había llegado ese día. Sonaba bastante bonito, así que nos acercamos un rato a verlos.


Cuando se fueron las chicas, me quedé en la isla un día más y fuí a visitar las ruinas. Estas quedan en la cima de la isla, desde donde se aprecia un paisaje imponente, con una playa abajo, montañas alrededor, y el lago que completa el paisaje. Desde ya que la tenían muy clara los incas...


Cuando volví a Copacabana, tomé un bus a La Paz para ir a sacar plata y ver el acto de asunción de Evo Morales al canto de "Boronbonbon, boronbonbon, apoyo al Evo, en la asunción".





Breve diccionario para comprender al pueblo boliviano:


>hijo/a pequeña: wawa

>sí: ya

>bueno: ya

>de nada: ya

>chau: ya

>micro: flota

>señor comerciante: casera/o

>cuanto vale?: a cómo es?