viernes, 26 de febrero de 2010

Camaná, una playa del sur de Perú

El viaje a Camaná fue grato. El asiento que me tocó tenía suficiente lugar como para viajar cómodamente con las piernas estiradas. Atravesamos la cordillera y luego de un interminable desierto descendimos un gran médano y ya nos encontrábamos en el Pacífico. Impresionante. El pasajero que viajaba a mi lado vió mi expresión de asombro en mi cara, y como se dió cuenta que no conocía la zona me dió algunas indicaciones sobre dónde conseguir alojamiento y demás. Cuando bajé del micro no podía creer que fuera de tarde y no tuviera frío... y que tampoco estuviera lloviendo. Después del clima de las últimas semanas había olvidado que los primeros meses del año eran calurosos en otras zonas del hemisferio sur... como en Camaná por ejemplo. En esa ciudad, el pueblo está a un par de kilómetros de la playa. Si bien hay alojamiento a pocas cuadras de la playa, y hasta se puede acampar en la playa, decidí alojarme cerca del centro de aquella ciudad. Una construcción terminada recientemente con el nombre de "Casa Blanca" decidí que fuera mi residencia por aquellos días luego de quedar sorprendido con el conveniente precio de las habitaciones individuales.

Paseando por el centro descubrí que había medialunas, y junto con un yogurt fueron una merienda espectacular. No sabía bien cuán lejos quedaba la playa, así que como tenía tiempo, decidí hacer playa recién al día siguiente por la mañana. Quedé nuevamente soprendido al ver que era de noche y estaba muy cómodo paseando en bermudas y remera de mangas cortas. La ducha era fría en todos los alojamientos en donde consulté, incluido en aquél por el que me había decidido.

Que la "resolana" quema lo mismo ya lo sabía, pero como me sucedió varias veces en el viaje, quise desafiar al sentido común una vez más y no le di importancia a aquél pensamiento. Las quemaduras me estuvieron molestando incesantemente las siguientes semanas. Cuando llegué a la playa, me dirigí primero a una parte donde no había gente casi. Sólo algunos pescadores pasaban con sus tramayos... utilizaban una técnica y unos modelos de tramayo que no había visto antes, pero claramente daban buenos resultados.

Me decidí y finalmente, luego de adquirir unas quemaduras de 2do grado, me dirigí hacia donde estaba todo el tumulto de gente para ver cómo era la movida en las playas peruanas del sur. La gente, como en las playas de argentina, parece tener cierta inclinación a agruparse en reducidos lugares por los cuales queda poco lugar para caminar. No se alquilan carpas, pero el alquiler de sobrillas, reposeras, piletitas de plástico y pequeñas carpitas está a la orden del día. En la playa se ofrecen, entre otras cosas, choclos, papas rellenas, churros, tutucas, ceviche, cerveza. Se pueden observar algunos techos hechos con madera y cañas, que fueron hechos por las personas del lugar para repararse del sol. Llegada la tarde, y con ella la hora del mate, me dispuse a disfrutar de esta bebida debajo de uno de estos techitos que encontré desocupado. Al poco tiempo una mujer con su hija y sus nietos se acercaron de a poco hacia donde estaba yo. Si bien la playa en ese lugar era bastante grande y había otros techitos desocupados, la familia se instaló al lado mío luego que la mujer iniciara una conversación con un -"usted es argentino, ¿no?... por el mate...". Me estuvo contando que ella anduvo viajando por Aregentina cuando yo estaba naciendo más o menos. Me explicó la diferencia que existe entre la gente de Arequipa y el resto de Perú, y me contó algunos hechos que sucedieron en la región, como el tsunami que tuvo lugar en Camaná en el 2001. Casi cuando el sol estaba por dejarle la posta a la luna, la familia se fué y yo me quedé un rato más contemplando el atardecer para regresar comenzada la noche al alojamiento.
Como al día siguiente me levanté alrededor del mediodía, fuí a la playa recién a la tarde a tomar unos mates, claro. Los churros que vendían sobre la avenida costanera fueron un buen acompañamiento. Ese día tuve más cuidado con el sol y me resguardé un poco más. Las quemaduras, sin embargo, ya las había adquirido y molestaban bastante. Recordando la charla con la mujer del día anterior, quise probar una comida del lugar y ese día cené ceviche en un restaurant frente a la playa.
Al día siguiente partí de vuelta hacia Arequipa, ya con la decisión de empezar a viajar hacia el sur rumbo a Buenos Aires de vuelta.
En Arequipa recorrí un poco el centro histórico de la ciudad y hacia el mediodía almorcé con Iván y Nathaly en un reconocido restaurant. Probé comidas típicas de Arequipa como el rocoto relleno y el cuy, y bebidas como la chicha morada y el pisco sauer. A pesar de lo poco de la gastronomía peruana que pude conocer, quedé impresionado con las propuestas culinarias que ofrece ese país. Luego de prometer una nueva visita a ese país, intercambiarnos contactos y saludarnos afectuosamente, me despedí de aquellas maravillosas personas.
Mi siguiente destino era la ciudad de La Paz. Tomé un bus hasta la frontera con Bolivia y de ahí otro hasta La Paz. Cuando me bajé del bus en la frontera se acercaron muchos bicitaxis a ofrecer sus servicios de un país al otro. Les expliqué que tenía mi propia movilidad y algunos de los muchachos se acordaron del partido de fútbol que habíamos jugado cuando había pasado por ahí la vez anterior. Como me dijeron que ya estaban jugando en ese momento no me pude sumar a ningún equipo y seguí viaje hacia Bolivia.

Últimos días sobre la bici en Perú

A la mañana, mientras desayunaba y juntaba las cosas para seguir viaje, la carpa se rodeó de gente curiosa, que como tenía que hacer tiempo para empezar a trabajar, se acercaron a charlar un rato. Se trataba de unos obreros que estaban esperando a su patron y a los materiales para comenzar a trabajar. Mientras estábamos hablando, como estaba al lado de la ruta, a la altura de un lomo de burro, todos los vehículos se detenían para pasar suavemente el obstáculo. Uno de los camiones que pasó mientras estábamos charlando, tuvo la desgracia que se le salió una de las ruedas del semiacoplado. Se escuchó un ruido fuerte, como si la rueda explotara. La cubierta salió disparada hacia la pared de la escuela técnica y cayó a unos 3 metros de la carpa. El aro de metal que mantenía a la rueda sujeta en su lugar fué lanzado cual misil y descansó en el piso luego de haber atravesado la ventana del primer piso de la escuela. Por suerte nadie salió herido, sólo fué un susto. Como era temprano, no había nadie cursando en la escuela tampoco.

Ese día anduve todo el día al lado del Lago Titicaca. Había unos paisajes maravillosos formados por las montañas, el cielo y el majestuoso lago. Luego de trepar algunos cerros, llegué a una zona de sembradíos en los cuales se estaba cosechando papa. Uno de los campesinos me detuvo al grito de "gringo", como fue costumbre durante todo el Perú y me regaló un par de papas. Agradecido seguí viaje y me detuve a la tarde, al lado de una casa abandonada.

Mientras estaba terminando de armar la carpa y organizar las cosas, un grupo de niños se acercó. Me dijeron que la casa tenía dueño y que debía pedir permiso. Cuando les dije que no tenía problema en hablar con el dueño, me respondieron que en realidad no hacía falta que fuera a pedir permiso y que ellos lo iban a hacer por mí al día siguiente. Nos quedamos hablando con los chicos un buen rato, hasta que me fuí a dormir. Como en toda esa zona la gente habla aymara, me estuvieron diciendo cómo se decían determinadas expresiones en ese idioma al tiempo que yo las anotaba. Era gracioso porque cuando ya no se nos ocurrían frases, ellos me comenzaban a traducir cualquier cosa que yo dijera o haga, como "está lista la sopa", "cuchara", "olla", etc.

La sopa que hice con las papas que me había regalado el buen señor quedó espectacular. Luego de que se hubieron ido los niños, me dispuse a dormir. Aquella noche también hizo bastante frío como para no poder dormir tranquilo. A la mañana me levanté con algo de fiebre y un malestar general. Como no podía pedalear en esas condiciones, más allá de que me restaban pocos kilómetros hasta Puno, decidí tomar una movilidad hasta aquella ciudad. Preparé las cosas luego de que terminara de llover y en breve estaba dirigiéndome rumbo a Puno sentado cómodamente en una minivan.

En Puno estuve 3 días hasta que me pude recomponer por completo. En esos días aproveché para recorrer la ciudad y visitar las Islas Uros. Estas islas están hechas con una planta que crece en el lugar: totora. Tanto las islas como las casas y los barcos están hechos de este material. El guía contaba que son varias familias las que viven en una isla, y cuando hay diferencias entre las personas que viven en una misma isla, sólo deben partir la isla al medio para tomar (literalmente) distancia en entre las partes en conflicto. Venden artesanías hechas también en totora, y unos telares en los que muestran cómo es la vida en las islas Uros. Hablan aymara y quechua, y tanto la escuela como el hospital también son flotantes. La cría de truchas y pejerreyes son uno de los cultivos típicos de la zona.

Me fuí de Puno justo un día antes de que comiencen las festividades por la Virgen de la Candelaria. Como a esa altura del viaje ya había confirmado que la zona de Cusco estaba hecha un desastre, mi rumbo tuvo un giro hacia el este, hacia Putina, donde me habían prometido que habían unas termas reconfortantes luego de tanto pedaleo. Ese mismo día no llegué a Putina, pero paré cerca, esta vez en un alojamiento para no pasar frío. En el trayecto pasé por zonas inundadas, producto de "El Niño", que estaba azotando a todo el Perú (incluido Cusco). Tiendas de campaña al costado de la ruta con casas inundadas al fondo era un paisaje que me tuvo sorprendido varios kilómetros. No me detuve frente a las advertencias de algunas personas sobre la posibilidad de ser asaltado por las personas evacuadas, pero un gran bullicio me sorprendió cuando atravesé la zona en la que estaban, provisoriamente, viviendo los evacuados. A esa altura del viaje ya estaba resignado en hacerle entender a las personas que yo no era un gringo... menos en esas circunstancias.

Al día siguiente, luego de recorrer un camino en parte asfaltado y en parte de ripio, llegué a la localidad esperada. Ese mismo día por la tarde me dirigí hacia las termas. No eran como me esperaba. Había una gran pileta, semiolímpica creo, alrededor de la cual había piletitas en las cuales uno podía estar media hora disfrutando solitariamente del efecto de las aguas termales. Pensaba quedarme un día más en aquél pueblito, pero como al día siguiente cerraban el parque termal por limpeza, partí al día siguiente. De esa forma le daba formalmente fin al viaje en bicicleta hacia el norte.

Tomé un bus de vuelta hacia el oeste bajo la atenta mirada de todas las personas que me veían pasar, como ya me era costumbre. Decidí ir bien hacia el oeste, hasta el límite de Perú con el mar, para hacer unos días de playa. Luego de asesorarme en Arequipa, decidí ir a pasar unos días a las playas de Camaná. En Arequipa conocí a un amigo de mi madrina, que también es médico homeópata: Iván. Estuvimos charlando un buen rato sobre el mejor lugar para disfrutar del Océano Pacífico y sobre demás cuestiones en común.

Primer día de pedaleo en Perú

Me quedé un día más en La Paz, y a pesar de que al día siguiente no pude decir que no a una invitación para ir a un boliche cercano al hostel, a la mañana (o a media mañana mejor dicho) salí decidido hacia Perú, hacia Cusco en bicicleta.

Casi toda la tarde llovió. Me mojé, pero estuvo bueno. Aquél día llegué a Tiwanaku de vuelta. Una pareja de argentinos que vivía hacía tiempo allí, me dió la bienvenida al verme parar frente a un quiosko del lugar y me dieron indicaciones sobre cómo llegar a un hospedaje económico que yo había visto cuando visité aquél pueblo en ocasión del acto de Evo.

En el camino hacia el hospedaje, una camineta se detuvo y me preguntó si iba para aquél lugar. Frente a mi respuesta, una de las personas se bajó de la camioneta y me acompañó hasta el hospedaje. Se trataba de los dueños del mismo. Luego de solucionar un par de desperfectos técnicos de la instalación eléctrica de aquella construcción, me pude duchar y descansar hasta el día siguiente.

Ese día llegué a la frontera de Perú hacia la hora del almuerzo. Luego de comer, me estaba dirigiendo hacia la bicicleta para seguir viaje cuando un grupo de chicos me invitaron a jugar un partido. No pude contenerme y al poco tiempo estábamos haciendo pases en medio de la calle tratando de hacer goles en los arcos improvisados con un par de piedritas. Cada tanto debíamos parar para dejar pasar a algún vehículo. El partido era por un sol (moneda peruana). El último gol nos hizo vencedores de aquél evento deportivo, pero la opinión de uno de los contrincantes sobre que la pelota había pasado por arriba y no por el costado del palo, puso en duda nuestra victoria. Al final, con el contrincante ofendido, quedamos vencedores, pero como el premio fué lanzado por este muchacho al los pies de su interlocutor, el derrumbre del orgullo que significaba levantar el premio del piso, hizo que el trofeo en forma de un sol, quedara en el piso por un tiempo. Decidieron regalarme el sol, dado que había estado en el equipo que ganó. Se los agradecí y prometí utilizarlo para comprar un refresco luego del pedaleo.

Ese día no logré hacer más que un par de kilómetro antes de que el sol terminara de caer. Pedí permiso para armar la carpa a una chola que me crucé en el camino, y acampé frente a una escuela técnica. Esa noche pasé un poco de frío, más allá de que me abrigué bien para dormir.

jueves, 25 de febrero de 2010

El acto de asunción de Evo Morales

De La Paz pensaba irme directo a Tiwanaku y de ahí seguir viaje para el norte, para Perú. Hablando con el brasilero que trabaja en El Carretero, me contó que él estaba organizando un viaje en bus, que iba y volvía en el día a Tiwanaku con el objetivo de presenciar el acto de asunción. Pensándolo un poco me atrajo la idea, ya que de esa forma iba a poder estar al día siguiente para presenciar el otro acto que iba a tener lugar en la ciudad de La Paz.

El bus se parecía más a un "gringo tour" que a un micro de personas políticamente comprometidas con el acto que iba a tener lugar ese día.

El día pintaba soleado. En el lugar del acto no había sombra alguna debajo de la cual refugiarse. Había muchas organizaciones de Argentina presentes en aquél pueblo. Los sindicatos y las distintas comunidades aborígenes de Bolivia se hacían notar también entre la multitud.

Cuando el mediodía se acercaba y campo de unas 3 cuadras de fondo por otras 3 cuadas de largo estuvo completo, se lo pudo ver a Evo llegar en un helicóptero. Se dirigió a la pirámide de Kalasasaya para realizar la ceremonia, y cuando finalmente se lo pudo ver mientras realizaba las reverencias hacia el oeste, la multitud estalló en un grito fervoroso. Bombos, redoblantes, zampoñas y demás instrumentos poco se dejaban oir en el estridente grito de los concurrentes.

En La Puerta del Sol se realizó el resto de la ceremonia. Evo estaba al lado de una anciana de más de 100 años representante indígena, mientras recibía los regalos que le enviaban desde las distintas partes del mundo. El idioma castellano tuvo lugar en tercera instancia en el discurso que pronunció, ya que el aymara y el quechua lo precedieron, en ese orden. Algunas personas escuchaban el discurso por radio mientras los locutores hacían comentarios. Otras personas traducían lo que Evo decía para las demás personas que no dominaban el idioma en el que hablaba. Por lo que pude escuchar, no sólo se trató de tres idiomas distintos, sino también de tres discursos distintos. Evo enfatizó en el cuidado de la tierra y en los valores humanos propios de los pueblos indígenas bolivianos. La Pacha Mama estaba presente en casi todas las palabras que pronunciaba, directa o indirectamente.

Luego del acto en las ruinas, se llevó a cabo un acto en la plaza de Tiwanaku. Allí desfilaron grupos de toda Bolivia al tiempo que exponían alguna danza autóctona al público. Casi antes de que concluyera este segundo acto, me tuve que retirar al micro, ya que habíamos quedado en un horario de regreso... y ese horario ya había pasado. Esquivando a algunos argentinos que me pedían mate, y dándoles rápidamente yerba mate a otros que me pedían en el camino, llegué justo a tiempo al micro. Cuando me subí, partió a los 2 minutos. El palo en el que habían flameado las banderas del "MAS", la boliviana y la whipala subió sin dudas al micro de vuelta, preparándose para mantener en alto a las mismas banderas en el acto del día siguiente en La Paz.

El acto del día siguiente comenzó en la plaza Murillo, frente a la cual está la casa de gobierno. En una pantalla gigante se mostraba a Evo mientras dirigía su discurso a la población. En él destacó los logros de su gestión anterior al tiempo que los comparaba con los resultados de la gestión del anterior presidente. Los resultados eran cuantitativamente impresionantes, por lo cual el discurso mereció la descripción de "matemático" de acuerdo con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Luego del acto en la plaza, el festejo continuaba en el estadio de la ciudad de La Paz. Frente al mismo hay una reconstrucción de las ruinas de Tiwanaku que descubrí recién a la salida del estadio, cuando concluyeron los festejos de aquél día. El estadio se comenzó a llenar de a poco. Las presentaciones de artistas habían comenzado incluso mientras el presidente terminaba de dar su discurso, por lo cual algunos artistas se quejaban de ser utilizados como "relleno" en los distintos eventos. Hacia la noche el estadio estaba casi lleno. La entrada era libre y gratuita. Con la llegada de Evo y los representantes de Venezuela, Ecuador y Cuba, se dió lugar a la parte más interesante del acto. Luego de los correspondientes discursos llegaron los mejores grupos musicales y las personas bailaban y cantaban con gran entusiasmo cada canción. La energía que había en ese lugar era notable.

A la salida del acto no me pude resistir a las famosas hamburguesas que venden en cada ciudad de Bolivia (las mejores son las de Potosí), y me comí 2 hamburguesas. Muy ricas.