domingo, 6 de diciembre de 2009

Últimos días en el norte argentino (parte II)

En este momento me encuentro en Potosí, Bolivia. Como este relato no concluye aquí, en estos días estaré actualizando nuevamente el blog. Un abrazo!
Fotos:
http://picasaweb.google.com/dace52003/FinalmenteViaje

Ese día seguían las festividades religiosas por la virgen del lugar. Los festejos se materializaban esta vez en forma de "doma" y "pionada". Aproveché para ir a ver el espectáculo y de paso darle el CD con las fotos y los videos a la señora que me lo había pedido. Luego de pasar por ahí anduve por la plaza haciendo tiempo hasta ver las películas. Vimos "Dios y el Diablo en la Tierra del Sol" y otra que no me acuerdo cómo se llama. Los artesanos que vivían en Humahuaca fueron muy buena onda y me invitaron a parar en su casa a la vuelta.


El día siguiente amaneció nublado. Eso me quitó un poco las ganas de sseguir viaje. Estuve dubitativo unas horas hasta que el descubrimiento de 2 metros cuadrados de cielo casi celeste me devolvieron la esperanza y armé la bici. A medida que iba alejándome de Humahuaca el cielo se iba despejando cada vez más. Estaba pedaleando tranquilamente, observando el paisaje, cuando de pronto advertí que los vehículos que pasaban en dirección contraria, estaban mojados. La razón de ello era la nube gris que se encontraba más adelante en la ruta. Cuando llegué a la cima de la cuesta que estaba trepando, observé que unos 150 metros más adelante la ruta estaba mojada. Antes que me pudiera terminar de preparar para la lluvia, los primeros gotones ya me habían alcanzado. El viaje debajo de la lluvia es divertido, por lo menos al principio. Estaba mojado y el granizo se hacía notar en las manos pero estaba todo bien, a no ser por los rayos que traía esa nube. Al comienzo no me hice mucho problema por los mismos, dado que caían a lo lejos. De repente, mientras estaba por el coro de vaya a saber qué canción y con decididas ganas de cortar mi interpretación, a 100 metros delante mío cae un soberbio rayo. El trueno que normalmente tarda en escucharse, lo escuché al mismo tiempo que veía el relámpago. A ese ruido se le sumó el chisporroteo que hace la electricidad. Todo muy fuerte. La tierra saltando en el aire alrededor de donde cayó la carga eléctrica, tampoco faltó.

Esa fue la segunda vez que el clima me hacía dudar sobre el modo en que iba a terminar la jornada. En ese momento me acordé de las palabras de la coplera con la que había estado hablando en Humahuaca aquella noche. Ella me decía que la Pachamama era quien le daba la voz y la creatividad para armar coplas con tanta originalidad. Con situaciones como las que estaba pasando en ese mometo con aquella nube, pensé "¡Y claro, cómo no creer en la Pachamama!". Seguí pedaleando y al poco tiempo ya había pasado la nube con la lluvia y su granizo.... pero los rayos seguían cayendo, por suerte lo hacían a kilómetro(s) de distancia.

Almorcé en un paraje donde había un pequeño kiosko y una escuela primaria con 8 alumnos en total. Ahí me quedé hablando con un señor que se me acercó y me contaba que había servido a la patria haciendo el servicio militar en San Salvador de Jujuy. Me dió un par de indicaciones sobre el camino que me restaba hasta Abra Pampa y continué el viaje.

Cuando me faltaban 12 km. para Abra Pampa, mientras estaba disfrutando del paisaje y de una bajada espléndida, me di cuenta que la localidad en cuestión estaba bajo una nube similar a la que había tenido que atravesar un par de kilómetros atrás. Traté de no hacerme mucho problema pero cuando me faltaban unos 7 km para llegar ya me encontraba de nuevo bajo la lluvia, el granizo.... y los rayos. Una camioneta que me había pasado y que había estacionado más adelante me ofreció alcanzarme cuando me vió pasar por el costado. Si bien no me faltaba mucho, acepté el ofrecimiento más que nada por el peligro de los rayos. Hablando en ese pequeño trayecto con el conductor, me indicó que a la derecha se veía una montaña con arena, que tenía un determinado nombre. Más adelante hablando con otras personas me enteré que el nombre de aquella montaña significa algo así como "pacto con el diablo", y que quien camina descalzo por esa arena siente la energía de esa montaña. Continuamos hablando, y luego que yo le comentara que al día siguiente seguía viaje hacia La Quiaca, me dijo "Te dejo en la estación que queda al final de Abra Pampa... o si querés te llevo hasta La Quiaca". En ese momento quedé medio confuso. Si bien anteriormente había escuchado esa frase, ella había estado acompañada por algo de sarcasmo, ironía, o simplemente había sido un chiste. La diferencia con esta vez es que el buen hombre me estaba hablando en serio. Me dijo "Si querés te llevo hasta La Quiaca". Me habían dicho que la ruta entre Abra Pampa y La Quiaca era aburrida y había evaluado hacerla con un micro. Al final le agradecí el ofrecimiento y le pedí que me dejara en la estación de servicio mencionada.

La aburrida ruta fue una de las mejores del viaje. Si bien el paisaje no variaba mucho, tampoco había grandes cuestas para subir y creo que por momentos tuve viento a favor. La distancia que debía recorrer ese día la pensaba terminar de cubrir recién a la tarde, pero venía tan bien que llegué a almorzar a La Quiaca. Pasando por La Posta del Marqués me acordé de la canción "El Arriero", como me había dicho Seba. En 2 ocasiones ví un cartel que indicaba los 54 km que me separaban de "La Laguna de Los Pozuelos" y en ambas dudé sobre si tomarlo o no. Ello implicaba desviarse del camino y tomar una ruta de ripio. Finalmente opté por seguir hacia La Quiaca, pero sabiendo que era un lugar que en alguna otra ocasión iba a visitar.

Ya en el destino, mientras estaba almorzando me encontré con el chico que estaba haciendo una campaña de "8000 km contra la desnutrición" en bici. Se sumo al almuerzo y me contó que estaba parando en el polideportivo, y me dijo que podía preguntar para quedarme ahí esa noche. Eso mismo hice cuando llegué al lugar y me dejaron quedarme esa y la noche siguiente.

El La Quiaca anduve recorriendo el lugar y me crucé un par de veces hacia Villazón para comprar el pasaje en tren hacia Uyuni y conocer el lugar.

Fue una gran experiencia llegar a tiempo al tren, y que a su vez, no me hicieran problema por la bici. El viaje en tren fue muy bueno. En una de las paradas compré un queso, tomé un café y comí una tortafrita. Durante el viaje pasaba un señor con un canasto vendiendo pollo frito, sánguches y bebidas. Llegué a Uyuni a la 1:30 de la noche. Como no tenía muchas opciones me alojé en un hotel que estaba ofreciendo un señor en la terminal.

Al día siguiente partí decidido hacia las salinas. Pregunté mas o menos cómo llegar y me mandé. El camino comenzaba con un ripio algo molesto, ya que por momentos había que transitar por caminos paralelos en búsqueda de un manejo más cómodo. Antes de terminar la etapa de ripio me encontré con una pareja inglesa que venían de hacer el recorrido que yo deseaba hacer. Me brindaron valiosa información y luego de que les dijera que llevaba sólo 3 litros de agua, me obsequiaron 2 litros más. La verdad que no tenía mucha idea hacia adónde me estaba dirijiendo. Las 4x4 no dejaban de pasar a los costados y al poco tiempo ya me encontraba andando sobre sal. Era algo medio raro de comprender para mí el hecho de andar con la bici sobre sal, capaz por eso tenía tantas ganas de llegar a ese lugar. Ese día quería llegar a la Isla Incahuasi, pero como en el desierto no hay muchos carteles ni indicaciones, terminé en el Hotel de Sal. Allí hay un museo y por el momento no recibe huéspedes debido a que no tienen solucionado el tema de las aguas servidas.

Hablando con un par de guías que habían llegado al hotel en camionetas y con varios turistas, me advirtieron que la isla a la cual quería llegar quedaba a unos 65 km., y dada la hora, no iba a poder llegar ese día antes de la noche. Hablé con la señora que vive en el hotel y no tuvo problemas en que armara la carpa a un costado del hotel para partir al día siguiente durante la mañana. El atardecer fue muy bonito. La noche me sorprendió sobremanera. La cantidad de estrellas que se veían era algo impresionante, por lo menos para mi.

El día siguiente lo quería comenzar observando la salida del sol en el horizonte, pero el cansancio y el frio me hicieron quedarme un poco más en el sobre. Pedalear arriba de sal es impresionante, pero llega un punto en el que se vuelve algo aburrido: se trata de un desierto o un lago de sal y no cambia mucho el paisaje... lo único que cambia es el cansancio, que va en aumento con los kilómetros recorridos. Sin embargo, crucé un refugio hecho con sal, dentro del cual había algunos víveres; crucé pozos, al fondo de los cuales se veía el agua que se encuentra debajo del salar; y finalmente vi cómo la isla se iba haciendo visible.

Llegué para la hora del almuerzo, así que comí en el restaurant de la isla. Luego de ello, cuando volví a la bici, un hombre se me acercó y me explicó que era el primer habitante de la isla. Traía un libro de actas que no tardó en enseñármelo, al tiempo que me comentaba que se trataba de una suerte de "libro de viajeros", donde había saludos, contactos, información en gral. sobre los viajeros que habían pasado por la isla. Los cicloturistas ocupaban algo así como el 80% del libro. Me dejó una birome y se fué para que yo pudiera ojear el libro y firmarlo. La conclusión al ver ese libro es que el viaje que estoy realizando, es apenas una vuelta a la manzana en bici (como solía hacer cuando niño) comparado con el viaje de las personas que habían pasado anteriormente por aquella isla.

Le pedí indicaciones al buen hombre y a su mujer sobre un lugar para armar la carpa. Me indicaron que la podía armar por ahí cerca o sino, podía dar la vuelta a la isla y armarla en una cueva o caverna que allí había. Sin dudarlo me dí la vuelta a la isla en búsqueda de aquella "habitación de hotel", tal cual la había denominado el primer habitante de la isla. Encontré aquél refugio y no lo podía creer. Era una caverna posta! Me sentí un "hombre de las cavernas". Preparé el mate y me fui a disfrutar del atardecer. Cuando volví, antes de poder terminar la cena, las estrellas ya se asomaban por la entrada de la cueva. Nuevamente quedé sorprendido por la cantidad de estrellas, los satélites y las estrellas fugaces que se observaban con facilidad. Estar en el medio de un desierto, en una cueva, la verdad que da una sensación de inestabilidad, pero por las mismas razones es algo sorprendente. Aquella mañana procuré levantarme temprano para ver la salida del sol. No bien terminé de preparar el desayuno, me dirigí hacia un buen lugar para ver el espectáculo. Los colores que iba adquiriendo el cielo, las nubes y finalmente el sol completaron un regalo de la naturaleza digno de ver.

1 comentario:

  1. que buena onda las cavernas !!!!!!!!!!!

    muy buenos relatos

    abrazo dami !

    demi

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