sábado, 26 de diciembre de 2009

Luego de juntar un poco de ganas para escribir, les cuento que hoy día estoy en La Paz, Bolivia.



Al final luego de estar algunos días en Potosí, partí hacia Sucre en bicicleta. No sabía si iba a llegar ese mismo día al destino, pero no me preocupé mucho por eso.

La jornada de pedaleo comenzó tranquila. Por momentos había sol y por momentos estaba algo nublado. Los paisajes que se iban sucediendo eran muy bonitos. El camino en gral era en bajada, ya que potosí queda como a unos 4100 msnm y Sucre a unos 2700 si no mal recuerdo. La ruta era asfaltada, lo cual simplificaba las cosas.

En el recorrido iba bastante atento a las nubes que se iban acercando. Cuando me estaba acercando a una nube, parecía como si la ruta propusiera esquivarla y una curva aparecía más adelante. Eso estaba bueno, ya que se trataba sin dudas de nubes de tormenta.

El gambeteo de nubes duró hasta poco más del mediodía. La cercanía de un frente de tormenta me hizo dudar sobre si parar en el lugar que había almorzado, por lo menos hasta el día siguiente. Al final me decidí por continuar viaje luego de una breve siestita como ya me es costumbre.

En un momento de la tarde, logré llegar a la cima de un cerro, luego del cual me esperaba una bajada estrepitosa, que disfruté a pleno. Como siempre, luego de una bajada hay una subida. En el momento en el que me estaba disponiendo a afrontar la subida, y en una de las pocas partes no asfaltadas de la ruta, se largó a llover. Me preparé para la lluvia, y los truenos se empezaron a escuchar al poco tiempo. Por suerte parecía como si los rayos cayeran al otro lado de los cerros por los cuales estaba subiendo, así que me quedé tranquilo.

La tarde iba cayendo y, si bien quedaban pocos kilómetros para llegar al destino, no estaba seguro sobre si iba a poder llegar ese día.

En un momento, la ruta parecía como cortada, ya que había unos tachos en el medio de la calzada y, a la derecha, un camino de tierra proponía continuar el viaje. Esquivé los toneles y una señora me gritó para que volviera y tomara el camino no asfaltado. Eso mismo hice. Se trataba de un pequeño caserío. No bien entré en el ripio, observé que una soga atravesaba de lado a lado el camino. Cuando estuve más cerca, me dí cuenta que se trataba de un peaje. Desde ya que no me cobraron. Aproveché la situación, sin embargo, para pedir información sobre el trayecto que me restaba cubrir hasta Sucre. El buen hombre que cobraba el peaje (se trataba de policías) me indicó que había 4 subidas más hasta llegar a Sucre.

Cuando creí haber hecho 2 de las 4 subidas, la noche iba llegando y claramente no iba a llegar ese día. La única opción que tenía era armar la carpa al lado de alguna casa que me cruzara. En la primer casa que me crucé no tuve suerte. La señora de la casa, que estaba con 2 niños se vé que no me tuvo mucha confianza... aunque creo que no sabía lo que era una carpa, lo cual tambíen influyó en la suerte que tuve. En la segunda casa, el señor no tenía problema, pero tampoco había ningún lugar a nivel como para armar la carpa, por lo cual me derivó hacia la casa del frente. Me dijo que ahí vivía su hermano y que él sí tenía un lugar a nivel. Efectivamente así fué y sin mucha duda, el señor me dejó armar ahí la carpa frente a la mirada inquieta de la familia.

Cuando terminé de armar la carpa no me quedaban fuerzas mas que para tirarme a dormir. Dormí como un bebé. A la mañana siguiente, mientras calentaba algo de agua y desarmaba la carpa, el señor de la casa se me acercó para charlar. A pesar de que había visto que yo estaba calentando agua, al rato se me acercó y me convidó con un té y un pancito. El té, no sé bien de qué era, pero estaba muy rico; el pan, hizo lo suyo para hacer de ese desayuno una buena experiencia.

Mientras estaba hablando con el señor, se acercó la abuela de la familia atraida por el ruido que hacía el calentador. La cara de sorpresa de esa mujer era poco común para mí luego de haber visto a varias señoras del lugar. Le hizo un comentario al señor en quechua o aymara y el señor le explicó que funcionaba a gasolina. La sorpresa que demostraba esa mujer me hizo recordarla cocinando a leña la noche anterior y esa mañana...

Muy agradecido emprendí el viaje esa mañana nuevamente, luego de las indicaciones que me dió el señor sobre el camino.

Ese día llegué a Sucre luego de cubrir los 40 km que me faltaban. Como había tiempo decidí recorrer un poco la ciudad. Esa decisión implicó subir calles más empinadas que las que había tenido que enfrentar horas atrás. Ello valió la pena sin embargo, ya que cuando me dí cuenta, me encontraba en un mirador con una vista espectacular. Allí me reencontré con los artesanos chilenos que me había cruzado en otros lados. Luego de charlar un rato decidí preparar el mate para hacer de esa tarde un aún más grato pasar. Cuando estaba cebando el primer mate, un grupo de adolescentes se acercaron al mirador con la clara intención de desatar un duelo futbolístico. A pesar del esfuerzo que había realizado para llegar a aquella ciudad, al parecer me quedaban todavía fuerzas para proponerme como jugador. Así fué que no llegué a cebar más que 2 mates y ya me encontraba mandando algún pase a alguno de esos chicos de mi equipo que no tardaron en llamarme "cebollita", unos maestros.

Ganamos el partido, pero como nos robaron varios goles, incluyendo el último, tuvimos que jugar otro partido, y ahí sí que quedé cansado.

Me alojé en el mismo alojamiento en el que estaban estos chicos. Ahí en Sucre comenzó el mal tiempo. De a ratos llovia y de a ratos salía el sol.

La ciudad es muy bonita. El centro tiene un estilo colonial con calles angostas en algunas partes, como en Potosí. Me quedé algunos días viendo la ruta a seguir y el pronóstico. La información que iba recogiendo no era realmente alentadora.

Luego de hablar con los chicos, decidí partir para Oruro pero en bus. La idea era reencontrarme con ellos allí.

El viaje a Oruro fue una gran experiencia. Primeramente me enteré de los horarios de los buses hablando con la francesa que viajaba con estos artesanos. Eran como las 19 hs cuando estábamos platicando. Ese día tenía la intención de seguir viaje con la bici, pero el clima me hizo desistir de aquella decisión esa mañana, por lo cual me tenía que quedar por lo menos un día más en la ciudad. Sin embargo, como los buses salían a las 20:30 y a las 21:30, pensé en ahorrarme esa noche de alojamiento y salir en ese mismo momento de viaje. Eso mismo hice mientras afuera no cesaba de llover. Llamé a un taxi para llevar las cosas y llegué media hora antes de que saliera el último bus. El dato que no me habían dicho los chicos sino hasta último momento era que había pocas chances de que pudiera encontrar pasajes. Así fué efectivamente. Cuando llegué a la terminal no había pasajes. Mientras andaba paseando por los pasillos de la terminal, una señora se estaba quejando en el mostrador porque no le querían cambiar el pasaje que había comprado, ya que había decidido finalmente no viajar a Oruro. Sin dudarlo mucho la señora me vendió el pasaje y me fuí a tomar el micro. El problema era que con ese pasaje supuestamente debía viajar en la parte de abajo del micro. La particularidad de este micro era que a diferencia de los otros, no tenía asientos en la parte de abajo... y por eso la señora no quería tomar esa flota (como le dicen acá). Ese detalle no influyó mucho en mi decisión de tomar el micro...

Salí a la plataforma y el micro ya se estaba preparando para salir. Con mucho apuro subimos las cosas al vehículo mientras seguía maniobrando para salir. Debía subirme al micro, pero antes de eso tenía que buscar el termo que lo había dejado en un negocio de la terminal para que le carguen agua. Salí corriendo mientras los del micro me decían "te quedas, eh!". Volví y tuve que detener el micro para subir. Busqué algún lugar medianamente seco en ese cubículo mientras los demás hacían lo mismo.

A la hora vino el guarda, con lo cual descubrí que quienes viajaban ahí conmigo no tenían pasaje, por lo cual el empleado les venía a cobrar. Le indiqué al hombre que yo sí tenía pasaje, por lo cual me dijo: "Ah, pero entonces tenés que viajar arriba, sentado", contradiciendo todo lo que me habían dicho los empleados de la terminal. Sin chistar lo dejé que haga su trabajo. Al parecer no se dió cuenta, o no le dió importancia que el pasaje tuviera otro nombre y fuera para otro horario. Cuando volvió me dijo que tenía un lugar. Los muchachos me decían "Ah, como te salvaste de esta cárcel, eh!" (así era como lo denominaban). Entre risas me fuí a un lugar que no era necesariamente mejor, como lo pude comprobar.

Me tocó el asiento que está al medio, al fondo. Para llegar tuve que saltar a 4 personas que viajaban acostadas en el pasillo. Luego, de los aproximadamente 20 niños que había en ese micro, el único que lloraba, y fuerte, era el que estaba a mi izquierda. Del lado derecho estaba sentado un señor que me empujaba para hacerle lugar a una niña que viajaba con él y su pareja. Las piernas no las podía estirar por la gente que viajaba en el pasillo, y el asiento no se reclinaba. El viaje duraba toda la noche y sólo puede dormir de a ratos. La gorra me la olvidé en ese micro. Copado.

Cuando llegué a Oruro, esperé a que la ciudad despertara, ya que habíamos llegado temprano. Me bajé del micro para ir a buscar la bici y las bolsas, y cuando el chofer me abre la baulera empiezo a bajar las cosas con cierta prisa, y el hombre, a diferencia de lo que había sido todo el viaje, me sorprende diciéndome "Eh, tranquilo, bajá despacio las cosas". Después de desayunar ahí en la terminal, cuando volví a la plataforma, el micro todavía estaba ahí estacionado, y entonces comprendí porqué el chofer me había interpelado de esa forma.

Seguí comiendo unas galletitas en la plaza de Oruro mientras leia el diario y tomaba algo de sol. Cuando ya hubo bastante movimiento en la calle, me fuí a buscar un alojamiento. Dormí todo el mediodía y parte de la tarde, estuvo muy bueno.

En Oruro estuve paseando por la ciudad. Como era fin de semana, muchos de los grupos de "Morenada" estaban ensayando en la calle, así que disfruté del espectáculo que brindaban. Caminando por el centro, conocí a otros artesanos. Había una pareja que era de San Miguel, que habían vendido todo y se habían comprado una Traffic y habían salido de viaje hace unos 6 meses. Mediante ellos conocí a un artesano de La Plata. Nos quedamos hablando y esa noche salimos a conocer la movida nocturna de Oruro. Junto con el chico de La Plata, la chica de la casa donde estaba alojado y un par más de chicos de esa ciudad, surgió la idea de ir a pasar un día a los cerros, así que me prendí. Estuvo bueno. Teníamos una vista impresionante de un lago que había ahí cerca. Estuvimos cocinando con leña, tomamos sol, mate... descansamos más que nada. A la vuelta de ese viaje nos alojamos en la casa de la mujer, donde anteriormente había estado alojado el artesano de La Plata. La casa era también una panadería, así que estuvimos probando alguna de las delicias que ahí se preparaban.

Quedamos en encontrarnos con los chicos en Coroico para recibir el nuevo año, y partí hacia La Paz a pasar Navidad. En La Paz me alojé en "El Carretero". Es un hostel bastante conocido entre los viajeros y se distingue por la buena onda que hay en el lugar. Al hostel llegué a la noche y no bien llegué había algunos haciendo música en el patio, y en la cocina había comida que sobraba que era convidada a quien pasara por el lugar. Hice la cena mientras hablaba con los chicos que estaban terminando de comer.

Todos, pero absolutamente todos los días que estuve en La Paz, llovió. Eso hizo que me quedara bastante en el alojamiento. Estaba bueno porque leí y hablé bastante con la gente que está alojada ahí... mate de por medio, claro.

Para Noche Buena hicimos una comida colectiva. Una española se propuso para cocinar un guiso de lentejas, y con un par de chicos nos propusimos para hacer unos choris con salsa criolla y todo. En realidad, me había propuesto yo como parrillero, y eso fue lo que activó la movida de los choris. Esa noche llegué tarde, y todos se acrdaron de mí cuando vieron que la noche caía y los choris no estaban, así que un cordobés me reemplazó. Yo me dediqué a hacer la salsa criolla. Una italiana había hecho un postre, así que no nos podíamos quejar, había de todo. Esa noche éramos como unos 40 o más capaz. Estuvimos un rato en el alojamiento y después salimos a bailar. Volvimos como a las 7, como es costumbre en "El Carretero".

El 23, como era jueves, también aproveché a ir a la feria del alto, que está los jueves y los domingos. Era efectivamente como me habían contado. Ahí venden de todo, muy barato. Me compré unas remeras y un pantalón a 1 y 2 bolivianos, muy bueno.

Ya estuvimos planificando pasar año nuevo con los chicos del hostel en Coroico. Así fué entonces que hoy partió un grupo como de 10 para allí. Pensaban llegar mañana, ya que iban caminando. Yo estoy partiendo recién mañana por la mañana con la bici hacia allí, así que seguramente me los encontraré en el camino.

Acá no deja de llover, pero Coroico queda más abajo y parece que ahí hace más calor, así que voy a ver que onda.

Estuve subiendo algunas fotos, todavía me falta para estar al día con ellas pero ya lo lograré.

Les mando un abrazo!

1 comentario:

  1. Tus tios de Entre Rios están ahora un poco más serenos con tus noticias demoradas. Realmente estábamos comenzando a preocuparnos.
    Como de costumbre plenamente ilustrativa y placentera tu crónica de viaje.
    Pero parece que tu norma de perder trenes y buses te sigue acompañando. Por un pelo de... nujer no perdiste el bus, carajo.
    Bueno. Dejamos por ahora el texto plano porque estamos ávidos de ver tus nuevas imágenes.
    Te mandamos todo nuestro cariño y deseamos que puedas protegerte, sin la gorra perdida, de los truenos, rayos, lluvias y pebndientes cansadoras.
    Con amor
    RosiTel

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